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lunes, 14 de febrero de 2011

Prólogo


Oscuridad. Era lo único que había en ese cuarto. Podía oír el roce de las sábanas y de nuestras pieles. El sonido de los besos repartidos por mi piel. Demasiados besos para lo que quería, demasiado cariño para olvidar fácilmente. Y eso era lo que deseaba: olvidar.
Quería fingir que no había pasado nada y tener la oportunidad para ser una nueva chica. Pero también ansiaba tratar a los hombres tal como ellos me trataron a mí. Ellos no, él.
Todo empezó en un callejón oscuro. Al intentar huir me empujó yme tiró. Desesperada intenté escapar pero me atrapó en seguida. Hizo que me sintiese frágil e inválida. Me agarró del pelo empotrándome en la pared. La voz se quedó atrapada dentro de mí impidiéndome pedir auxilio. Las lágrimas me asomaban por los ojos y se escurrían por mi cara, roja debido al esfuerzo. Sacó una navaja y me amenazó con ella para que no gritase. Con ella me abrió la camisa por la mitad. Notaba como me olía, como aplastaba su nariz contra mi cuello y aspiraba fuertemente. No se preocupó en quitarme el móvil o ningún bien a pesar de que se lo ofrecí a cambio de mi libertad. Lo rechazó. Prosiguió bajándome la falda y pasando su áspera lengua por mi liso cuerpo. Cuando me la quitó a jirones se llevó también mi ropa interior dejándome con las converse y mi sujetador. Me tiró al suelo. Sabía lo que iba a hacerme. Lloré desconsoladamente sin voz. Vi como bajaba sus pantalones hasta las rodillas, no llevaba calzoncillos, y sacó su miembro erecto. Se acercó a mi y me asió del pelo acercándome a su boca. La mordí. Cogió su navaja y me hirió en el muslo, un corte de tres centímetros. Me mareé dándome un fuerte golpe en la cabeza, a partir de ahí, solo recuerdo el haberme despertado en ese callejón, desnuda.

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