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lunes, 28 de noviembre de 2011

Capitulo 20

Seguí como si no le hubiese escuchado, Kyle sabía que ese nombre me traería grandes problemas. Cuando sonó el timbre me tocó volver a mi sitio, a su lado. Para colmo no había visto a Dani. No paraba de hacer ruido con los dedos en el tablero de la mesa y yo intentaba atender en clase por una vez.

-¿Quieres parar de hacer ruiditos?-susurré para que no me escuchase el profesor.
-Te molesta todo de verdad, así no podemos convivir en clase.-Dijo con una media sonrisa.
-Es que no quiero convivir contigo, te has apropiado del sitio.-Le dije forzando una sonrisa.
-Pues que pena, me pienso quedar aquí todo el curso.-Me guiñó el ojo.

No me lo podía creer me estaba poniendo tan nerviosa al estar a su lado. Intentaba hacerme rabiar o eso creía yo pero no le iba a dar ese gusto. Sabía cuáles eran sus puntos fuertes, su sonrisa y la mirada oscura como la noche.
Pasó el día, caminaba por el pasillo para ir otra vez tuve que dar la vuelta al edificio para coger la moto. Noté como un cuerpo me golpeaba pero no con mucha fuerza, solo la justa para que mirase a quien me golpeó. Era él.

-¿Qué pasa?¿No puedes dejar de mirarme, Abby?-Me soltó sonriéndome.

Me preparé para contestarle pero se puso los cascos justo en el momento oportuno, cuando lancé la primera palabra que se me pasó por la cabeza.

-Imbécil.

No sabía si me habría escuchado pero yo lo solté. Vi que se giró y se acercó a mí, demasiado cerca diría yo. Muy próximo a mi oído.

-Qué lástima que te caiga tan mal.-Sonrió.-Tu no me caes así, es más no estás tan fea como siempre cuando te sonrojas.

Se puso el casco de la moto y se subió a ella, sin música. Arrancó y se fue tan rápido como había llegado al instituto.
Cuando me quise dar cuenta, estaba en el sofá con Matt, abrazándole. Me tenía colmada de mimos y todo era estable, no había broncas. Era todo perfecto, estábamos compenetrados en todos los sentidos. Sabíamos lo que quería el otro sin tener que decírnoslo. Lo pensé bien y le quería, muchísimo.

-Matt, sí que quiero.
-¿Qué quieres qué cariño?
-Pues salir contigo tonto.-Sonreí y le di un beso suave y me aparté para ver su cara.

Estaba radiante, sonrió, vi la sonrisa de cuando era niño. Sus ojos alegres, se iluminaros, era una verdadera cara de felicidad. Quien iba a pensar que con tan pocas palabras se podría hacer tan feliz a alguien. Alargó sus manos para coger mi cintura me besó, el beso más tierno que me habían dado nunca pero a la vez apasionado, abría mis labios poco a poco con los suyos y  los acariciaba con su lengua. Yo le abrazaba y arqueaba mi espalda para tener la mayor superficie de mi cuerpo pegado al suyo. Apoyé mi cabeza en el reposabrazos del sofá y sentía como Matt se pegaba más a mí. Lo hicimos y fue la vez que más me gustó la más tierna y apasionada a la vez, la vez con la que más amor lo hicimos. Noté como sus brazos me acariciaban y recorrían cada parte de mi cuerpo sin dejarse alguna parte por tocar. Sentía sus labios pasar por todos los rincones de mi piel. Como lo hacía con cuidado para no dolerme aunque a estas alturas, ya estaba más que acostumbrada a ello. Me apartaba el pelo y cogía mi cara entre sus manos y me besaba. Yo sonreía era lo único que podía hacer, y él también. Sonreía como nunca, porque yo le había dicho que quería estar con él.

Al día siguiente me desperté con una sensación de alegría, con una sonrisa en la cara. Me duché, mi piel estaba tersa, irradiaba felicidad. Llegué al instituto pero esta vez no estaba la moto de Kyle, aparqué ahí, era la mía. Llegué a clase y vi a Dani. Salí corriendo hacia a ella.

-¿Se puede saber dónde demonios te has metido Dani?
-Es una historia muy larga, pero estoy bien Abby tranquila.

Estaba feliz, pero algo la había pasado, lo notaba en sus ojos intranquilos. Eran ojos de niña pequeña, todavía se podía ver su yo infantil. Estaba ahí escondida la pequeña Dani, corría de un lado a otro de la habitación mordiéndose las uñas con los ojos bien abiertos, sin parpadear.

domingo, 16 de octubre de 2011

Capitulo 19

Me quedé atontada, no había procesado lo que me había dicho. <<Te quiero>>, esas dos palabras resonaban en mi cabeza. Era impensable que Matt me hubiese dicho eso, me lo podía esperar de cualquier chico pegajoso, pero no de Matt. Siempre había sido de guardar sus sentimientos porque pensaba que decírselos a alguien le convertiría en una persona débil a la que podían atacar. Que sus sentimientos eran sus puntos débiles y no debía mostrarlos.
Sonreí involuntariamente,  al principio me extrañó que me lo hubiese dicho pero en realidad me halagó. Matt me había desvelado un secreto, un sentimiento.

-Yo a ti también.-Le besé.
-Abby, -Me agarró el rostro y me lo acarició.- no quiero que me lo digas por cumplir, quiero que me lo digas porque lo sientas. Yo lo siento y por eso te lo he dicho.

Reflexioné, ¿le quería? Le tenía mucho cariño eso sí lo sabía. Nunca había querido a nadie por lo tanto no sabía lo que se podía sentir al querer a una persona. Quería a mi madre, y a Dani por supuesto pero era otra manera de querer. Suponía que sí que le quería, que  habíamos compartido muchos momentos juntos y realmente parecíamos una pareja.

-Matt, sí te quiero.-Dije con total sinceridad.
-¿De verdad?-Se acomodó en el sofá, se sentó y agarró mis manos mirándome a los ojos.- Abby, desde que llegué aquí, solamente tú me has alegrado los días. Eres la razón por la que me despierto con una sonrisa cada día. Te quería preguntar si querías salir conmigo…

Ahora sí que me había quedado en shock. Era la primera vez que me decía <<te quiero>> y para colmo me había pedido salir.

-No hace falta que me contestes ahora, ¿vale? Quiero que te lo pienses bien, esta no es una decisión de las que se toman a la ligera.
-M..Ma..Matt ¿por qué? Quiero decir, nunca antes me habías dicho nada parecido a un te quiero ni habías mostrado tus sentimientos…
-Porque Abby, mereces la pena. Sé que eres una chica genial, y para mi gusto perfecta.
-Pff…déjame pensarlo ¿vale?
-Mi tiempo es tuyo Abby.

Me encantaba oírle decir mi nombre. Hizo amago de irse, pero le agarré y le besé solo estuvimos besándonos y me encantó. Me sentía feliz con él. No se lo diría hoy pero seguramente le diría que sí.
Al cabo de un rato se fue de mi casa y me duché, mañana tenía clase y quería despejarme, no había hecho la tarea de lengua, pero no podía llevarlo todo al ámbito personal, tenía que asegurarme cierta nota.
Llegó otro día y el sol acariciaba mi cara, cada día iba amaneciendo más tarde y se iba notando la lenta pérdida del sol. Asique aproveché los últimos rayos de sol que quedaban del otoño. Sonreí, me duché e completé mi ritual matinal.

No sabía nada de Dani, no me había llamado y a mí se me olvidó preguntárselo a su hermano. No me gustaba que fuese con ese chico, había faltado a clase y no me contestaba a los mensajes.
Cogí la mochila y me subí a la moto, miré el reloj del móvil, perfecto, iba cinco minutos antes que el otro día tenía que aparcar antes que ése chico.  Fui lo más rápido posible hacia el instituto, pero ahí estaba, esa enorme moto negra. Me quedé mirando la moto con la boca abierta, tanto como el casco me lo permitía. Escuché una voz detrás de mi cuello.

-¿Te molesta mucho la moto?

Me giré y me encontré con una media sonrisa sarcástica. Estaba convencida de que lo hizo aposta. Giré mi cabeza y aparqué mi moto en la otra plaza detrás del edificio. Estiré mis vaqueros y la camisa a cuadros para que me quedase lo suficientemente holgada.
Volví a la parte delantera del instituto y fui a mi clase.

-Bueno esto es el colmo. ¿No vas a preguntar si está ocupado?
-No hay nadie sentado así que supongo que no, no está ocupado.- Contestó con otra media sonrisa.

Dejé mi mochila encima de la mesa e iba a ir hacia el pasillo cuando de repente escuché la misma voz profunda.

-Me llamo Kyle.

sábado, 8 de octubre de 2011

Capitulo 18

Me quedé con la boca abierta. Era el primer chico, encima adolescente, que pasaba así de mí. Me subí a mi moto y me quedé pensando en por qué no me había hablado, ni siquiera para preguntarme si el sitio de mi lado estaba ocupado. Arranqué la moto y lo dejé pasar, seguramente sería un freakie, un chico raro de esos a los que les intimidaba hablar con las mujeres, un desperdicio, dado que era uno de los chicos que más buenos estaban de todos los que conocía. Me dirigí a mi casa, había visto a Cristian por los pasillos y él ni si quiera me había mirado, no sabía lo que me podía pasar hoy, creía que me había despertado invisible.

Sin embargo, Matt no se despegaba de mí. Había venido en el recreo a verme, no soportaba que me agobiasen pero a una le gusta sentirse siempre querida. Matt era muy dulce y aquello me encantaba, él podría ser el chico perfecto: era guapo, tenía un cuerpo de escándalo, era dulce y a la par apasionado.

Cuando llegué a casa, engullí la comida y me tumbé en la cama mirando al techo, pensé que no podía seguir así, Christian había pasado de mí y eso me molestó. Decidí pasar de él y centrarme en Matt que al fin y al cabo siempre había sido mi chico.
Le llamé para que viniese a casa ya que mi madre no estaba y tenía necesidad de cariñitos. Fui a la cocina y empecé a hacer palomitas calculando la hora a la que Matt vendría. Fui a mi cuarto y me cambié de ropa. Me puse unos pantalones de baloncesto y una camiseta nadadora roja a juego con las rayas del pantalón negro. Me solté el pelo sin ningún tipo de adorno y como maquillaje solamente raya en los ojos.

Sonaron a la vez la puerta y el microondas. Fui hacia la puerta y le abrí sonriéndole.

-Hola princesa,-Sonrió -¿qué tal vas?
-Buenas. Bien pasa anda.

Le sonreí y fui a la cocina a sacar las palomitas que todavía saltaban en la bolsa de papel, cuando noté unas manos sobre mi cintura y unos labios posarse en mi cuello. Me encantaba que hiciese eso. Sentí que su mano se deslizaba por mi cuerpo, yo pensaba que iba a acariciarme pero cogió un puñado de palomitas, un refresco para mí y una cerveza para él.
Matt y yo no necesitábamos hablar, nos entendíamos a la perfección, eran muchos años juntos. Me dio un beso en la cabeza y fue directamente hacia el sofá. Llevé el cuenco de palomitas, se lo di y puse “A tres metros sobre el cielo” en versión italiana. Me encantaba el protagonista. Me senté a su lado y me acomodé apoyando mi cabeza en su pecho. Notaba como su mano se paseaba por mi brazo acariciándolo. Me daba la mano, me acariciaba el pelo y de vez en cuando hacía algún comentario sobre la película para “demostrar” que era un tío.

Me encantaba la película imaginaba ser Babi, enamorada de un chico que aparte de guapísimo era perfecto. Era el chico malo que se enamoraba de la chica buena. Lo daba todo por ella, dejaba de montar tan rápido en la moto y no corría. No se metía en problemas, y eso también me molestaba porque le cambiaba, ya no era él. Esa chulería que había al principio fue desapareciendo y se iba convirtiendo en más cariño. Y Babi termino por cargárselo por completo, tirándolo a su antojo por ser una niña pija que se cansó de aguantar las  imperfecciones de su chico.
No sé por qué pero pensé en el chico nuevo de clase, vestía igual que Step y su moto era prácticamente igual. Los ojos al contrario en vez de claros eran oscuros como la noche. Pero eran muy atrayentes, tenía miedo de asomarme y mirarlos, caerme dentro de esos agujeros negros y perderme.

¿Por qué estaba pensando en él? No sabía ni como se llamaba y estaba con Matt en mi casa viendo una película. Le abracé y miré al televisor, sonreí le besé pero un beso suave no quería iniciar nada. Me sonrió y me abrazó, me acomodé en su regazo y terminé de ver la película.

-Te quiero.
-¿Qué?- Me extrañé, no podía creer lo que me había dicho.
-Que te quiero Abby.

jueves, 18 de agosto de 2011

Capitulo 17



Capitulo 17

-Buenos días princesa.
Se estiró, los brazos se extendían hasta llegar a los dedos que trataban de alcanzar algo pero sólo llegaban a coger aire. Me abrazó instintivamente sonriendo y me besó en el hombro. Sonreí y me giré para ver la hora, era demasiado tarde, mañana tenía que ir al instituto y tenía que hacer los deberes de lengua, sonreí para mí misma.

-Tengo que hacer cosas Matt y es muy tarde asique me temo que tengo que irme.
-¿Estás segura?

Me mató con esa pregunta, no quería irme pero tenía que hacer la tarea, sus besos que recorrían mi hombro y seguían por mi cuello me estaban volviendo loca, tenía que ser fuerte y resistir a la tentación. Ahora fui yo la que se giró e intentó alcanzar los shorts. Me los puse con dificultad debido a que Matt intentaba sabotear la misión de irme de su casa. Terminé de vestirme y él estaba de pie, enfrente mía con sus calzoncillos únicamente como vestimenta. Me daba besos suaves por los labios y me puso en la muñeca el pañuelo que él se había puesto el día anterior para darme la sorpresa.

-Para que no te olvides de esta noche.

Me susurró esa frase al oído y yo me mordí el labio mirándole. Le besé, fue un beso suave, dulce sin abrir los labios. Cogí el casco y las llaves de la moto.

-Adiós, ya nos veremos.-Le besé y le sonreí.
-Mañana puede que te vaya a buscar al instituto si tú quieres.
-Voy a ir con la moto cielo, te llamo y quedamos si no tengo mucha tarea, ¿vale?
-Si, si.-Dijo riéndose.-No sabía yo que ahora eras responsable…

Le pegué un suave puñetazo en la tableta de chocolate y me fui de su casa pasando antes por el baño dónde tenía ya un cepillo de dientes de tantas veces que me quedaba en casa de Dani. Me subí en la moto y fui a casa, sonreía esa noche me lo había pasado increíblemente bien.
Cuando llegué a casa no había nadie, me duché y me espabilé. Mi mente se despejó y empecé a hacer la tarea de lengua. Sonreí pensando en Christian parecía una estúpida adolescente que se reía con todo lo que le recordase a su novio o a cualquier ligue que hubiesen tenido en su vida.
Pensé que me estaba convirtiendo en una de ellas, en una chica enamoradiza a pesar de que yo no quisiese. Yo quería ser una mujer fatal que jugase con los hombres y eso es lo que estaba haciendo pero sentía cosas por ellos y eran cosas fuertes. Me vendrían de lujo unas vacaciones yo sola en la montaña por ejemplo, siempre había soñado con esa semana en la montaña, en la típica cabaña con un chocolate caliente sin tener que preocuparme por nada. Sueños eso es lo que eran, sueños. No podría permitirme eso y no iba a pedir dinero a nadie.

Me levanté y preparé el bolso con las cosas de clase y me vestí. Me puse unos vaqueros, una camiseta negra de manga corta negra, una sudadera verde de NYPD y unos botines Nike verdes y negros.
Fui al instituto con la moto como de costumbre pero no busqué a Dani, me llamó ayer para decirme que iba a ir Lucas a por ella. Había visto una moto aparcada en el sitio dónde yo aparcaba siempre, mi sitio. Tuve que aparcar al otro lado del instituto dónde se encontraban las demás plazas que estaban vacías. Di la vuelta al edificio y entré en clase, dejé el bolso encima y busqué a Dani con la mirada, pero no la encontré por ningún lado, perfecto no iba a poder contarle lo que había pasado la noche anterior con Matt. Me senté apoyando mi cabeza en el bolso, me entraron ganas de dormirme encima de la mesa pero un golpe sonó, el asiento de al lado había sido ocupado. Me extrañé, si hubiese sido Dani me habría saludado. Giré mi cabeza disimuladamente y miré por debajo de la mesa. Vi unas botas militares negras desgastadas y sin abrochar, me extrañó porque ninguno de los chicos de mi clase tenía ese estilo. Me levanté y me giré sin ninguna vergüenza y le miré. Me quedé embobada mirándole era un tío alto, tenía el pelo corto y negro oscuro como sus ojos. Eran unos ojos negros profundos, las facciones de su cara estaban bien marcadas, al igual que sus músculos que casi quedaban ocultos en la cazadora negra de cuero. Llevaba un casco del mismo color y lo dejó en la mano. Ya sabía quién era el ladrón de mi plaza de parking. Llevaba una camiseta gris que estaba un poco ajustada a su cuerpo. Miré a la pizarra cuando entró Christian, estaba guapísimo como siempre pero le noté algo raro. No pude evitar mirar a mi lado, estaba mirando con atención a la pizarra atendiendo a las explicaciones del profesor mientras mordía un bolígrafo. Era guapísimo, me decidí a saludarle pero tocó el timbre de clase y recogió enseguida y se fue. Pensé que iría con sus amigos asique empecé a buscar a Dani pero no la encontraba. Cogí el móvil y la mandé un sms, <<Dani donde te metes? Contéstame vale? Un beso!>>
Estaba preocupada Dani no faltaba nunca a las clases, era muy responsable en ese ámbito. Lucas a veces la llevaba por el mal camino pero ella sabía controlarse, no estaban juntos pero tonteaban muchas veces. Los dos tienen un carácter muy fuerte pero en el fondo se llevan bien. Últimamente quedaban mucho solos y Dani estaba feliz por ello. Mientras todo estuviese bien yo también lo estaría. Pasaron las clases y el chico misterioso sólo vino a las clases que teníamos en común, en biología, química y matemáticas estuve sola. Me di cuenta de que en las asignaturas comunes no había más espacio para sentarse asique di por sentado que no quería hacer amigos ya que no me habló en todo el día mientras yo le observaba de reojo en las clases. Al salir le encontré subiéndose a la moto.

-Bonita moto, es de las buenas ¿eh?- Le dije, para entablar una conversación.

No hubo respuesta solo una mirada profunda a través del casco, a continuación sonó el ruido del motor y salió rápido del instituto. Mientras me dirigía hacia la moto, pensaba en cómo se podría llamar ya que no habían dicho ni siquiera su nombre en clase.

martes, 14 de junio de 2011

Capitulo 16

-¿Confías en mí?- Me susurró al oído y noté como mi piel se erizaba al sentir su aliento en ella.

Asentí con la cabeza y note como sus brazos se ceñían y me abrazaban la cintura. Sentí su cuerpo pegado al mío y el calor que me transmitía a mí cuerpo. Estaba feliz, me gustaba estar entre sus brazos, estaba protegida y lo sabía. La única cosa que me podía hacer daño era él y no creía que lo volviese a hacer, me perdería. Me estaba poniendo a mil, sólo con tener su cuerpo pegado al mío. Empecé a caminar porque él y su cuerpo me lo pidieron. Me indicó que había unos escalones, aunque yo me sabría la casa de memoria, con los ojos cerrados si tuviese que ir sola. Me abrazaba, pero me dejaba hueco para andar, me pidió que esperase un momento dónde me dejó. Apagó las luces lo escuché, al parecer el sentido del oído se había agudizado al perder la visión. Percibía un olor, era chocolate. Me relamí los labios, en pocos minutos sentí su presencia otra vez detrás de mí. Me quitó la banda de los ojos, parpadeé un par de veces y entonces vi la casa, estaba llena de velas, de todos los colores, en una gama que incluía tonos marrones a beige.  También había incienso, sonreí, suponía que se las había quitado a Danielle. Me volví y le abracé, le di múltiples besos con inocencia en el cuello. Me abrazó y me besó mientras sonreía.

-Venga va, que tengo más cositas preparadas.- Me dijo susurrando.
-Pero es que yo estoy muy cómoda aquí.-Le dije poniendo morritos y voz de niña pequeña.

Sonrió pero no dijo nada, me volvió a girar y me indico que subiera por las escaleras, me encantaba este rollo romántico, sabía que si Dani estuviera en mi lugar no le gustaría porque a ella esto no la gustaba nada. Aunque sabía que tenía un lado romántico que nunca enseñaba y si le hacían esto se la caerían las bragas. Vi su cuarto y sonreí pero ahora me tenía que centrar en su hermano, en Matt.
Estaba muy atento a cada movimiento que hacía, me miraba y le sonreía. Su cuarto estaba alumbrado con la poca luz del sol que entraba por los huecos de las persianas. Había unas cortinas naranjas tirando a rojas que le daba un toque romántico a la habitación. En vez de pétalos en la cama como me había imaginado, había puesto chocolatinas, él sabía lo mucho que me gustaba el chocolate. Me abalancé contra su cuerpo, me abrazó por la cintura y sus manos se movían por la parte baja de mi espalda, mi trasero y los muslos.  Ahora sí, que sus besos abrían mis labios. Nuestras lenguas se saludaban y reconocían, ya habían coincidido varias veces.
Mis manos acariciaban su espalda e intenté quitarle la camiseta, paramos. Nos quitamos nuestras camisetas y volví a besarle con rabia casi en vez de pasión. Mientras lo hacía le desabrochaba el botón de los vaqueros. El hizo lo mismo pero dándome besos por la clavícula, me estaba poniendo a mil. Me besaba y mordía mis labios mientras nos caíamos con suavidad en la cama. Él estaba tumbado encima de mí.
Cogí una de las chocolatinas y la desenvolví la metí en mi boca, él me besó y sentía como el chocolate se deshacía en nuestras bocas. El calor se extendía por nuestros cuerpos a medida que nos besábamos. Nuestros cuerpos se pegaban, hacía calor debido a la tensión sexual y la energía que desprendían las velas.
Estaba que echaba cohetes, y él lo notó, notaría cualquier cosa que yo quisiese con sólo mirarle, me quitó los pantalones y me dio besos por el ombligo. Subió y me despojó del sujetador lentamente y empezó a juguetear como un bebé con el seno de su madre. Lo besaba y lo succionaba, le daba pequeños mordiscos amorosos. Le dedicaba tiempo a mis pezones. Yo mientras tanto soltaba pequeños gemidos que escapaban y esta vez lo iba a redimirlos, estábamos solos. Podía notar como su miembro erecto crecía, él se rozaba contra mi sexo. Matt empezó a dar besos y lametazos en mi bajo vientre, pero no llegaba todavía a lo que quería hacer, después de algunos besos y caricias, por fin lo hizo. Lo agarró entre sus labios y lo besó, podía notar como la sangre y la excitación se juntaba en ese punto tan poderoso capaz de provocar los mejores orgasmos en una mujer. Es lo que era, una bomba de placer, y él estaba consiguiendo que estallase. El primer orgasmo, y yo gemía alto pero él me calló dándome besos realmente placenteros. Mi cadera se arqueaba y pegaba más contra su cuerpo, la piel se erizó. Le besé por el cuello, le mordí yo ya no sabía lo que hacía. Me puse encima de él. Le quité toda la ropa posible, y agarré su miembro grande, erecto y duro. Le hice caricias a lo largo de él, y también lo giraba flojito lo suficiente para procurarle placer. Acerqué mis labios y le miré con lascivia, empecé a introducirlo en mi boca, jugueteaba con mi lengua. Miré su cara y vi como empezaba a gemir, seguí así hasta que vi que estaba a punto de correrse y lo dejé. Le puse un condón que había en el cajón de su mesilla. Empecé a besarlo por el pecho lentamente subiendo por su clavícula y me lo introduje lentamente y empecé a cabalgar literalmente a Matt. Primero iba lento, pero empecé a aumentar la intensidad. Gemíamos al unísono, me agaché hacia él para procurarme más placer y le mordí el labio. Pasaron minutos de silencio, de gemidos, de respiraciones agitadas por los orgasmos producidos y todo esto abrazados en su cama, era precioso estar así con él, le quería y yo lo sabía. Me dormí entre sus brazos, tapada por una fina sábana. No quise despertarme, pero unos rayos de sol me alumbraron los ojos y lo hice, vi unos cabellos rubios a mi lado y sonreí, pensé que no me importaría despertar así siempre. Los acaricié y su torso también, estaba tan musculado. Una media sonrisa se dibujaba en su cara que se despertaba lentamente dirigiéndome una mirada de ojos grises llena de alegría.

martes, 7 de junio de 2011

Capitulo 15

Le miré, me dolía hacerlo porque me recordaba lo que él había hecho, lo que me había dicho. Siendo él a la primera persona que se lo contaba después de mí circulo cerradísimo de amigos y me lo echó en cara. Pero no fue mi culpa, sin embargo esto sí. Deseaba no haberle contado nada, y sabía que me arrepentiría toda la vida por haberlo hecho.

-Pues dímelo ya no tengo todo el día Matt…
-¿De dónde vienes? He pasado aquí toda la noche y no te he visto
-Creo que no tengo que darte explicaciones.-Contesté en un tono secante.

Aparte de lo que hizo, ¿pretendía que le diese explicaciones de lo que había hecho? Era lo último que podía esperar.

-Vale, si es cierto, lo siento. Abby, siento mucho lo que te dije. No debería habértelo dicho ni echártelo en cara, porque no tienes la culpa, ¿me perdonas pequeña?

No sabía si perdonarle, a pesar de su petición. Le miré, tenía en su cara una expresión triste y apenada, pero podría estar fingiéndolo. Seguía siendo él, su mismo cabello rubio y brillante, pero su cara no estaba como siempre, no sonreía. No tenía esa sonrisa que me volvía loca. Me arrepentiré de lo que iba a hacer.

-Vales, estás perdonado, pero tendrás que ganártelo. No te lo voy a poner tan fácil como tú te piensas.

Sonrió y esta vez me hizo hacerlo a mí también, cosa que no quería hacer. Pero era su sonrisa y ésta me hacía sentir bien como si cualquier cosa no importase en el mundo. Pero sus ojos, aquellos ojos grises transmitían alegría ahora y la expresión de su rostro cambió totalmente.

-Ya sé cómo hacerlo, pero para eso tienes que quedar conmigo esta noche. No más numeritos familiares, sólo tú y yo.
-¿Y Dani, no va a estar en casa?
-Que va, se va al pueblo con mis padres, en realidad tendría que haber ido pero estaba esperando a hablar contigo y al final no voy a ir si quieres quedar conmigo esta noche, claro.

Me hacía ilusión la verdad, por una vez, íbamos a estar completamente solos. Quería olvidar la tarde de su cuarto, y sabía que me recompensaría por ese fatal error. Pasaron sólo dos días pero me había vuelto a acostumbrar a su presencia después de su desaparición, sabía que no soportaría tanto tiempo sin él, otra vez. Sonreí como una idiota al pensar en las sorpresas que me iba a preparar, ya que de pequeño él era muy detallista, esperaba que eso no hubiese cambiado.

-Vale, ¿a qué hora quedamos?
-Abby, ¿sabes qué? Me acabas de hacer más feliz aún de lo que ya estaba por tenerte a mi lado. A las nueve en mi casa, ¿te parece bien?
-Perfecto.-Reí.- ¿Llevo algo?
-Nada, tú no te preocupes por nada, ¿vale? Yo me encargo de todo. Luego te veo, tengo que hacer muchas cosas.- Se fue corriendo pero al segundo volvió y me besó, un suave beso en los labios.- Te quiero enana.

Y se fue, yo tenía que entrar en casa y enfrentarme a mi madre, por no haberme presentado allí por la noche. Aunque ya era mayor, de vez en cuando se preocupaba demasiado por mí. Por suerte no había nadie, subí y preparé el baño, no un baño normal sino uno de los que a mí me gustaban. Llené la bañera de agua caliente y puse jabón para hacer espuma. Encendí unas cuantas velas de vainilla y una vara de incienso que me recordó a Danielle. Usé también bolitas de aceite con la misma fragancia que las velas y cerré la ventana, estaba totalmente a oscuras, salvo la tenue luz de las velas.
Me metí en la bañera y eché la cabeza hacia atrás, sentía el agua en mi cuerpo y la efervescencia de la pastilla para baño que eché de vainilla. Eché la cabeza hacia atrás apoyándola en la almohada que tenía para el baño. Sonreí y pensé en él, en Matt, pero también lo hice con Christian. Pensaba en los dos y sabía que algún día se tendría que acabar, porque iba a acabar enamorándome de alguno de los dos, cosa que no quería hacer y la única manera de no hacerlo era separándome de ellos, y no podría, no quería en realidad. Sentí que necesitaba aquellos ojos verdes con sus motas azules mirándome siempre, pero también necesitaba estar rodeada por esos musculosos brazos mientras mis dedos se enredaban en los cabellos rubios de Matt. Necesitaba sentir todo eso, pero era realmente egoísta por mi parte hacerlo, acaparar a los dos, aún no teniendo nada serio con ninguno de los dos. No sabía qué hacer y en esto no podía pedir ayuda a Danielle, ella siempre  diría que su hermano era la mejor opción, al fin y al cabo era familia.
Pasaron las horas y eran las ocho, nuestras casas estaban relativamente cerca si ibas en algún medio de transporte o caminabas muy deprisa. Me puse unos shorts vaqueros y una camiseta de manga corta con escote de pico y botones adornándola de color blanca, con unas zapatillas planas con cordones blancas también. El pelo lo llevaba suelto con espuma para potenciar los rizos. Cogí la moto y en cuestión de minutos llegué a casa de Danielle y Matt. Llamé al timbre y salió él, con un pañuelo negro atado a la muñeca, una camiseta negra ajustada de manga corta y bermudas vaqueras y las zapatillas acorde con la camiseta.

-Buenas noches señorita.-Me besó la mano.- ¿Puedo?-Dijo señalando el pañuelo y mirándome.
-Si, claro.-Le dije sonriendo.

Agarró el pañuelo y me lo puso en los ojos, tapándome la vista que tenía hacia su casa.

viernes, 27 de mayo de 2011

Capitulo 14

El camarero se acercó y sirvió el vino en las dos copas y se retiró con educación. A continuación vino otro camarero que nos preguntó lo que íbamos a comer. Yo pedí un solomillo con salsa roquefort por encima y cebolla caramelizada, Christian se pidió lo mismo.

-Me fio de tus gustos, este plato nunca lo he probado.-Me sonrió
-Así que vienes mucho por aquí, traerás a jóvenes incautas e inocentes como yo para seducirlas todos los días.-Sonreí mientras jugueteaba con el cuchillo cuya punta estaba en mi dedo, y éste dándole vueltas.
-Si Abby, es mi afición favorita, cautivar a jóvenes como tú.
-¿Cómo yo? Y ¿cómo soy yo?
-Era una forma de hablar pero supongo que serían chicas, preciosas y a la vez inteligentes. Muy joven, pero madura. No sé, eres tú y punto. Sinceramente no creo que haya nadie igual que tú.

Noté como subía la sangre a mis mejillas y las tornaban de un color rosado. Sabía que me quería o por lo menos podía intuirlo, la verdad, quería creer que me quería pero sabía que ellos no iban a cambiar, que los hombres eran todos iguales. De todas formas, debía concentrarme en la cena, creo que iba demasiada acelerada comiendo. Tenía muchísimas ganas de llevarle a casa y meterme en ella, sin ser invitada si hiciese falta. Cuando terminamos de comer, después de miradas y caricias con mi pie en su entrepierna, se levantó y esperó a que lo hiciese yo también. Me dijo que fuese a la moto que él tenía que ir al baño, así que obedecí. Cuando le vi llevaba una bolsa de plástico opaca, se puso el casco correspondiente y se subió a la moto. Me dijo que me dirigiese por una calle, el muelle estaba oscuro, sólo había la luz de unas farolas en tono anaranjado. Llegué y vi como se bajaba de la moto, cogió el casco y yo me quité el mío. Se acercó a mí y se coló entre mis piernas agarrándome de la cintura, atrayéndome hacia él. Me besó, pero no fue un beso, pero no fue un beso corto y suave como los de antes, fue un beso largo. Se abrió paso por mis labios y su lengua tocó la mía jugueteaban entre ellas. Poco a poco fue bajando el ritmo y su presión en mi cadera ya no era tanta. Le sonreí y le pregunté si nos íbamos ya a su casa. En vez de contestarme me agarró la mano y bajé de la moto, la aseguré aunque  no creía que alguien fuese a estar en esa zona a las doce de la noche.
Me llevó hacia un sitio en el que no veía nada pero él parecía que sí. Me dijo que me quitase las zapatillas y así lo hice, cogí mis tacones y los agarré por la tira del talón. Noté la arena en mis pies y cada vez que avanzábamos notaba la humedad en ellos. Podía oír el mar, solté su mano y me concentré. Estaba tirada en el suelo, concentrada en mí y en mis cinco sentidos, notaba como mi cuerpo se hundía un poco con cada movimiento, sentía cada grano de arena que rodeaba mi cuerpo.

-Abby ¿Qué haces?-Me preguntó.
-Shh calla y ven aquí.-Le dije susurrando.

Se acercó y se tumbó a mi lado. Se volvió a levantar, puso su americana tendida en el suelo y se tumbó encima de ella.

-¿Quieres estarte quieto? – Le rogué, estaba demasiado nervioso. – No te voy a morder.-Me reí
-Vale vale, yo no te digo nada, ni me muevo.-Dijo riéndose.

Extendió su cuerpo en la arena y yo le cogí la mano. Me giré y fui a su lado. Pasé los dedos por su pecho, él dejó la bolsa al lado nuestro pero no demasiado alejada. Posé mi cabeza en su hombro. Le levanté la camiseta y él se la quitó, seguidamente pasé mis dedos por sus abdominales y él por mi cintura, pero no me quitó mi camiseta. Me subí a horcajadas y él me acarició los costados haciendo que yo me tumbase encima de él. Le besé y él lo hizo pero con más pasión casi con furia que yo. Pasó sus manos por mis muslos y bajó mi tanga lentamente. Lo saqué y volví a tumbarme en el. Las manos curiosas recorrían nuestros cuerpos. Con la falda puesta, mis manos bajaron hasta su bragueta y noté un bulto enorme, bajé ésta y saqué su sexo como pude. A continuación me senté a horcajadas, encima de él y le miré lascivamente. Agarré su miembro con mi mano y empecé a masajeárselo lentamente de abajo hacia arriba. Me encantaba sentir como crecía en mis manos, como se ensanchaba. Bajé y le besé mordiéndole el labio. Me senté encima de él pero me giró y se puso encima de mí bajó su mano grande hacia mi sexo y sus dedos se deslizaban por éste con grandiosa facilidad. Escalofríos recorrían mi espalda cada vez que el me tocaba con distinta presión, me mordí el labio. Ahí iba el primer orgasmo de la noche. Era estremecedor sentir como lo hacía, parecía que lo hubiese hecho muchas veces, o que me conociese a la perfección sabiendo donde tenía que tocar en todo momento.
Le atraje hacia mí de la cabeza y le besé le mordí su labio y le supliqué que lo hiciese. El me entendió perfectamente y lo hizo, lentamente pero sin parar ni una vez, introdujo su sexo en el mío y efectuó vaivenes con su cuerpo. Enrosqué mis piernas en él y con más fuerza me penetraba. Le besaba la oreja y le mordía el lóbulo sabía que eso le gustaría.
Al final de la noche, descansábamos en la arena, encima de su americana comiendo fresas con nata, eso era lo que había en el bote, dentro de la bolsa que trajo del restaurante. Las pasábamos por nuestros cuerpos salados a causa del baño que nos dimos después de acabar, lamiendo el rastro de la nata hasta zonas a las que queríamos llegar. Cuando quisimos darnos cuenta estábamos contemplando el amanecer desde la playa, abrazados pero con su americana en mis hombros.
Decidimos recoger e ir cada uno a su casa, así que le llevé a la suya en moto y nos despedimos con una larga sesión de besos.
En el trayecto de vuelta, estaba feliz, notaba que mi piel estaba más tersa que de costumbre y mis ojos los podía sentir vidriosos. Iba con más velocidad, los latidos del corazón iban en aumento, pero paré en seco, al llegar a mi portal y verle a él.
No podía ser, estaba en la puerta de mi casa, esperándome…creía haberle dejado claro que no quería verle más en mi vida.
Bajé de la moto y le miré, no eran las miradas que acostumbraba a dedicarle, notaba como mi rostro se había endurecido y que mi sonrisa ahora era una mueca seria en mi cara.

-¿Qué quieres?-Pregunté seria y duramente.
-Tengo que hablar contigo Abby.

lunes, 16 de mayo de 2011

Siento el retraso

Mañana subiré un capitulo, siento muchísimo el retraso de verdad, pero no han sido unas semanas muy buenas en cuanto a inspiración lo siento! Perdonadme plis!.

miércoles, 27 de abril de 2011

Capitulo 13

Estaba furiosa, Matt me agarró la mano pero no la acepté y tiré de la mía con más fuerza de la que él estaba ejerciendo. No podía creer que después de haberme dicho eso, seguiría intentando abrazarme. Cerré la puerta del jardín de un portazo y con paso ligero me encaminé a mi casa.
Por suerte cuando llegué no había nadie, seguramente mi madre se habría ido a comprar. Subí las escaleras y entré en mi cuarto, cogí un cojín y lo tiré con todas mis fuerzas a las fotos que tenía con Matt. Me tiré en la cama tal y como había hecho con Dani y rompí a llorar. En el fondo me dolía que me hubiese hecho eso, aunque había aprendido a no sufrir por los hombres, pero Matt había dejado marca en mi corazón y no podía evitarlo. Sin darme cuenta me dormí y tenía una manta encima, seguramente habría sido mi madre, miré el reloj y vi que eran las cuatro de la tarde, tenía tres horas y media para arreglarme. Me levanté corriendo y bajé a comer había un plato de sopa en el microondas que calenté y un trozo de tortilla. Comí nerviosa porque no sabía que iba a ponerme para la cita con Christian.  Cuando terminé de comer, volví a mi cuarto. Abrí las puertas del armario y me senté en mi cama visualizando la mayoría de las prendas. De pronto vi que tenía una mini falda plisada verde, un verde que resaltaba mis ojos, no era claro pero tampoco oscuro, era, perfecto. Abrí un cajón y fui directamente a por una camiseta blanca con rayas verdes de tirantes tipo nadadora que combinaba a  la perfección. Estaba enfrente del espejo y giré sonriéndome. Me puse unas cuñas en tono marrón y el bolso a juego con ellas. Me senté en la silla que debería estar frente al escritorio ahora convertido en tocador, y me maquillé los ojos en color tierra con mucho rimmel. Apliqué un poco de rosa en mis mejillas y en los labios un poco de vaselina. Miré el reloj eran las cinco y media, necesitaría una hora y media en alisarme todo el pelo y después ondularlo. Encendí la plancha y procedí a alisarme el pelo, inmediatamente lo ondulé. Eran ondas grandes, el pelo tenía muchísimo volumen y eso me encantaba. Ya eran las siete y media, había quedado en ir a buscarle así que cogí el bolso, lo rellené con lo que consideraba importante, cogí el casco de la moto y otro que tenía  de repuesto. Me subí a la moto, me puse el bolso de una forma segura, para que no se volase y el casco de Christian en el codo. Mi moto volaba, lo sentía, iba demasiado rápido en comparación con el máximo de velocidad permitido. Hacía mal en ir tan rápido pero tenía unas ganas locas de verle. Llegué en quince minutos a su casa y llamé al timbre. Me apoyé en la moto, y me quité el casco que dejé en el sillín de esta. La puerta del jardín se abrió y le vi tan elegante pero a la vez casual, el pelo con gomina simulando que estaba mojado, una camiseta gris ajustada y una americana negra, llevaba unos vaqueros desgastados y unas deportivas negras.


-Fiu..fiu- Silbé.- ¿Dónde va tan guapo Mr. Lodge?

Me sonrió y se acercó lentamente andando cual modelo en una pasarela. Se acercó a mí y se inclinó lentamente sujetándome la barbilla y me besó. Fue un beso corto, suave pero a la vez intenso. Le sonreí y le tendí el casco.

-Eliges tú el sitio si te parece bien.-Le dije todavía sonriendo.
-Vale, se perfectamente dónde ir, pero antes te digo una cosa, pago yo.
-Me parece genial.-Sonreí como una niña pequeña.

Se subió a la moto, antes había llevado más paquetes y se había puesto muy pegado a mí, se puso el casco que le había dado y me agarró a la cintura.

-¿Te molesto?- Me dijo, intuía que él estaba sonriendo.
-Para nada la verdad, yo por mí, me quedaba aquí toda la tarde.-Dije poniéndome el casco.

Arranqué y aceleré, seguí las indicaciones de Christian para llegar al restaurante. Me guió hasta el muelle y yo me pregunté si allí había algún restaurante bueno, porque el último recuerdo de cuando vine a comer, era de cuando yo tenía cinco años y vine con mi madre, no me gustó nada el restaurante y al final acabamos en uno de comida rápida. Aparqué la moto y la aseguré en una farola, me quité el casco y lo agarré me coloqué la falda porque debido a la moto se había subido un poco pero lo suficiente para descubrir todo. Me sentía genial y emocionada porque no sabía dónde me iba a llevar, seguro que era precioso.
Sin preocupaciones de que alguien nos viese, porque ese muelle estaba alejado del pueblo y nadie vendría aquí, Christian me cogió de la mano suavemente y me dio un beso en la frente. El muelle era precioso tenía tonos rojizos debido al crepúsculo era tan encantador. Me llevó a un restaurante de madera, todo era así, tan rústico por fuera. Entramos y pidió una mesa que ya tenía reservada, nos llevaron a un salón, todas las paredes eran de cristal y se veía el anochecer, como el sol caía lentamente sobre el mar. Era encantador, me emocioné y le di un suave beso en los labios. Antes de sentarse me lo ofreció a mí hacerlo y me ayudó a acercarme a la mesa.

Estaba tan angelical, el rojo del anochecer se reflejaba en su pelo engominado y revuelto, en sus ojos, en esas trazas azules. Me mordí el labio sin querer mirándole embobada.

-Tierra llamando a Abby, tierra llamando a Abby.-Me dijo riéndose.
-Perdón. ¿Qué me decías?
-Que, qué quieres de beber.-Dijo con esa sonrisa mirándome a los ojos.
-¿Qué vas a beber tú?
-¿te gusta el vino?- Me preguntó.-Aunque no sería muy responsable por mi parte darte alcohol…
-Eres tú el adulto, tú decides.-Le guiñé un ojo sonriendo.

Llamó al camarero y pidió una botella de vino, que por el nombre ya parecía cara.

-Esto debe ser muy caro Christian.
-No te creas, y aparte no te preocupes por eso ¿vale?
-Vale, pero el postre nos lo tomamos en casa.-Le guiñé el ojo.

Ya tenía planeado todo, sabía cómo íbamos a terminar esta noche, porque me apetecía, porque yo quería y tenía muchísimas ganas de hacerlo.

miércoles, 13 de abril de 2011

Capitulo 12

Capitulo 12

Estábamos cogidos de la mano, aunque yo ya me sabía la casa de memoria. La madre de Dani y Matt, Melisa salió secándose las manos con un paño de la cocina y una sonrisa que me recordaba a sus hijos a recibirnos. Se acercó a nosotros casi corriendo y nos abrazó. Sentí que una lágrima le caía del ojo.

-Melisa, ¿por qué lloras?-Noté como se separó un poco de nosotros.
-Porque hacía tanto tiempo que no os veía así de juntos.-Dijo entre pequeños llantos y gimoteos.
-Ay mamá no seas tonta.-Se apartó un poco más de su madre pero su mano seguía sujetando la mía con firmeza.
-Lo siento hijo. Abby cariño, ¿te quedas a cenar?

Matt, respondió enseguida sin dejarme contestar a Melisa.

-Sí, Abby se queda a cenar y a dormir. ¿Puede?
-Por supuesto, Abby es de la familia casi, deberíamos ponerla un cuarto.-Dijo Melisa bromeando.

Con Melisa sonriendo, subimos las escaleras, suponía que anhelaba hablar más con su hijo, ya que casi no lo había hecho o todavía, hasta ahora no había hablado con él. Matt iba delante y abrió la puerta de su cuarto por un momento me soltó la mano pero no entró. Esbozó una sonrisa que hacía que mis rodillas temblasen.

-Signorina.

Se inclinó y como si de una princesa se tratase me ofreció entrar en su cuarto. El acento italiano, hizo que la piel de la espalda se me erizase. No podía evitarlo, los italianos me volvían loca. Eran de los mejores amantes que había tenido. El cuarto de Matt seguía igual. No había cambiado para nada. Estaba tal y como la dejó
. La habitación de Matt era muy luminosa por lo menos respecto la de su hermana. Todo en madera color haya, mezclado con azules y verdes marinos. Se notaba que la habitación era todavía algo infantil, adornada con un poster de Pokemon aunque a su alrededor había un par de futbolistas, unos cuantos de revistas de mujeres y alguno de grupos musicales como “The Rolling Stones” “The Beatles” “AC/DC” “Metallica”. Eran varios grupos de pop-rock que le encantaban y él me traspasó ese gusto musical.
Desde luego él desentonaba con la habitación, al menos su yo actual, pero pensar que podíamos hacerlo en esa habitación de niño me ponía a mil.
Desde la cama podía ver la alfombra azul y suave. Observé el techo, de donde colgaba una lámpara de papel redonda y blanca. Las estanterías estaban llenas de cómics y libros... Sonreí. Me venían tantos recuerdos a la cabeza.

Me senté en su cama y él a mi lado. Me miró sonriendo, se acercó a mí lentamente para intentar besarme. Le puse mi dedo en sus labios y le miré a esos ojos grises desafiantes.

-¿Te crees que lo nuestro va a ser sólo carnal?- Le dije mordiéndome el labio.
-¿Te crees que esto iba a ser algo más?
-Bueno, yo siempre puedo tomar la decisión ¿no?
-Por tu experiencia deberías saber que no.
-Vete a tomar por culo Matt.-Le pegué una bofetada.

Salí hacia el cuarto de Danielle, las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos como si fuesen una fuente. Dani estaba en su cama con los cascos puestos y me abalancé sobre ella. Noté como su corazón palpitaba fuertemente y lo comprendía, la tenía que haber dado un susto de muerte.

-Dani, todos son iguales.-Dije entre sollozos, no podía casi hablar.
-Relájate, ¿qué ha pasado? ¿Te ha hecho algo Matt?
-Tía iba a besarme le he parado y le he preguntado que si se pensaba que lo nuestro era solo carnal, y ha llegado un punto en el que ha dicho que no puedo tomar la decisión que lo tendría que saber por la experiencia.- Las palabras salieron a toda velocidad de mi boca, casi escupidas pero entrecortadas por la falta de aire.- Le he pegado una bofetada.
-Bien hecho Abby.- Me abrazó más fuerte.

No sabía qué hacer, esto me superaba por momentos, después de la horrible pesadilla que Matt me dijese eso, después de sincerarme con él y contarle todo lo que me había pasado. Tenía ganas de que terminase el día, quería estar en mi cuarto arreglándome y pasármelo bien con Christian. No me apetecía bajar a cenar y verle la cara, asique Dani, bajó y subió la comida pese a las objeciones de su madre, pero sabía que si lo necesitaba se enfrentaría con ella. Comimos patatas fritas con varias salsas, era uno de nuestros platos favoritos, Dani lo bajó y decidimos poner una película en el ordenador. Tumbadas en la cama, caí rendida sobre el hombro de Dani. Estaba cansada de tanto llorar, apenas visualicé quince minutos escasos de la película. Cuando abrí los ojos ya era de día y estaba tapada con el edredón por encima de los hombros. La desperté y la dije que me iba a ir ya, que tenía que ir a casa a prepararme que había quedado con Christian, aunque fuese por la mañana tampoco quería estar bajo el mismo techo con Matt. Me vestí y me despedí de Dani. Bajé las escaleras rápidamente sin hacer ruido, cerré la puerta y dejé que el sol me diese en la cara. No sabía qué cara tenía. De repente escuché un carraspeo de garganta, abrí los ojos y me encontré a Matt en pijama, un pantalón de chándal negro y una camiseta gris ajustada.

-Matt déjame ¿vale? Te has pasado muchísimo, no me vuelvas a hablar nunca más.
-Joder, lo siento lo dije sin pensar, lo siento, lo siento.-Sus ojos transmitían que estaba arrepentido pero yo ya sabía que era una, y no más.
-No Matt. Esto se ha acabado, fuese lo que fuese.

miércoles, 6 de abril de 2011

Capitulo 11

Me levanté poco a poco, sentándome en el suelo mirándole como los músculos de sus gemelos se tensaban ya que estaba en cuclillas. Le sonreí, y le puse un casco.

-With me de Sum-41 ¿no?-Me dijo sonriendo.
-Exacto, ¿te gusta? – le pregunté mirándole
-Si la verdad, hay una que te dedicaría pero claro, las cosas no son gratis.-Me miró, tenía una media sonrisa que me encantaba.
-¿Cuál es el precio?-Me acerqué un poco más, aunque sabía que corríamos un riesgo al ser profesor y alumna, pero eso me gustaba más.
-Mmm…déjame pensar…¿Qué te parece…que te vengas conmigo mañana a cenar al pueblo de al lado?
-Me parece un poco caro, para una canción, aunque no me puedo quejar de la compañía.-Le sonreí.- ¿A qué hora?
-Paso a buscarte a las 8
-Que va, paso yo a por ti con la moto y tú guías.
-Perfecto, entonces a las 8, pero tendrás más cuidado que la ultima vez ¿no?
-Yo siempre tengo cuidado.-Le sonreí.

Me dio un beso en la frente y se alejó, como supuse que había venido, corriendo. Volví a tumbarme y extendí mis brazos en cruz, a fin de que el sol estuviese bañando completamente mi piel. Pensaba quedarme ahí, toda la tarde y disfrutar de mi libertad, del sol que no había tenido en el hospital.
Recordé como en este parque, al lado de un lago, había almendros floreciendo. El paisaje verde, azul, blanco y rosa, era precioso. Pero más precioso era el recuerdo de haber estado allí con Matt. Abrazados, mirando hacia el lago, a la puesta de sol. Su pulgar recorría el dorso de mi mano, yo estaba entre sus piernas y sus brazos que me abrazaban. Recuerdo que me daba pequeños y tímidos besos en la mejilla o en la mano. En esa época, recuerdo que un beso con lengua, era a lo máximo que podía llegar, entonces, era muy niña.
Me encantaba estar, así entre los brazos de Matt, tenía una flor de almendro en el pelo que me había regalado, encima de la oreja. Creía que difícilmente podría superar aquella felicidad. Pero sí, la superé. No fue como yo esperaba pero no estaba mal hacerlo en el hospital. En ese momento sentí que nuestros cuerpos se fundían y estallaban a la vez.
Cuando me quise dar cuenta, mi cuerpo se había enfriado y es que, el sol ya se había ido y yo tenía que volver a casa. Me puse de pie sin quitarme los cascos y empecé a caminar. Rumbo a mi casa, veía como la última pizca de sol, desaparecía del paisaje y la noche era terriblemente oscura. No había nadie en la calle, todo estaba en silencio, miré el reloj y apenas eran las 8 de la noche, empecé a agilizar mi paso. Iba casi corriendo, paranoica por si me seguía alguien. No quería repetir la historia otra vez. Miraba hacia todos los lados, y veía sombras que me acosaban, cuando intentaba fijarme en ellas desaparecían y corrían a mis lados. Los pulmones me comenzaban a fallar, me costaba respirar, pero tenía que aguantar, mi casa estaba apenas veinte metros. Corrí todo lo que pude y al llegar a la cerradura, intenté meter la llave, pero mis manos temblorosas no lo conseguían. Cuando por fin, pude meter la llave y dar las vueltas correspondientes, al abrir la puerta me desmayé, todas las sombras me envolvieron. Desperté sobresaltada con lágrimas en los ojos, miré la hora y todavía eran las siete de la tarde y hacía sol. A mi lado estaba Matt, no sé cómo llegó hasta aquí, pero me abrazó corriendo.

-Tranquila Abby, todo ha sido una pesadilla.

Me rodeó con sus brazos, pero no eran los mismos, ahora estaban más musculados. Apoyé mi cabeza en su hombro y noté como ésta absorbía mis lágrimas derramadas.

-Matt-Dije con voz temblorosa y entrecortada.-Ha sido como ese día.
-¿Qué día Abby? Cuéntamelo todo, estoy aquí contigo. Nada malo te va a pasar.
-Es muy largo, cuando tú no estabas, cuando tú te fuiste de aquí, a los pocos días, me pasó algo terrible.- Notaba la presión delicada que ejercía sobre mi espalda para tranquilizarme.- Me violaron.
-Abby, ¿me lo estás diciendo enserio? ¿Sabes quién fue? Te juro que si lo cojo lo mato.
-No tengo ni idea, solo sé que era un hombre gordo y de mediana edad. Fue terrible, y sólo tuve el valor de contárselo a Dani.
-Dios, es terrible, lo siento mucho pequeña, debiste contármelo.
-Tú no estabas. Nos abandonaste.
-No lo hice porque quisiese, tenía que huir de esta ciudad. Pero eso no importa ahora, lo que importa es que tú estés bien, ¿vale?

Me dio un suave beso en los labios, a él no le importaba que nos viesen en público, pero él no tenía que perder un trabajo por hacerlo. Me abrazó y me sugirió acompañarme a mi casa.

-Matt, no me hagas ir a mi casa, después de lo que he soñado no, por favor.
-Hagamos una cosa, vienes a la mía, cenas con nosotros, llamas a tu madre, y duermes conmigo.
-¿Y Dani? ¿No dirá nada?
-Pequeña, mis padres ya no son tan ingenuos, y sabrán que estamos más o menos juntos y Dani igual.
-¿Qué estamos más o menos juntos? No creo que vuelva a estar con nadie, después de eso.
-El tiempo verá-Me sonrió y me tendió la mano.

Llegamos a su casa, estaba como siempre, tampoco hacía tanto que no iba. Abrió la puerta y gritó.

-Ya estamos en casa.

jueves, 31 de marzo de 2011

Capitulo 10

Le miré desde la camilla, como se ponía otra vez sus calzoncillos y los pantalones. Noté los músculos de su espalda tensarse al subírselos. Como se ponía su camiseta que estaba tirada en el suelo de la habitación. Sonreí, por una vez, lo hice con alguien que esperaba, que de verdad tenía ganas. Vi como se volvía a colocar su pelo imperfectamente peinado. Se volvió y me dio un suave beso en los labios. Abrió la puerta, cogió su chaqueta de la moto y su casco y se fue. Acto seguido Danielle entró de repente y me miró, me peiné un poco para que no se diese cuenta.

-¿Qué te ha dicho?- Me miró con curiosidad y ansia por saber que le había pasado a su hermano.

No sabía que contestarla, por una vez no iba a contarle toda la verdad de lo sucedido. No podía contarla que me acababa de acostar con su hermano mayor.

-Dani, me ha dicho que hablaría contigo así que supongo que sólo nos toca esperar.- La miré y la cogí la mano.
-Estarás contenta ¿no?- El corazón se me encogió en un puño
-¿Por qué?- La pregunté dubitativa.
-¡Porque te dan el alta Abby! Si es que no te enteras de nada.- Me sonrió

No me había enterado pero ya había pasado los cinco días que tenía que estar en el hospital ingresada. Y tenía en la cabeza a dos personas y sabía que si no hacía algo, me acabaría enamorando. En cuanto saliese del hospital, me tomaría dos días de relax y después me iría de fiesta. Decidí contestar la nota de Christian.

Gracias por preocuparte. No hacían falta las flores, pero, ¿cómo sabías que eran mis preferidas?

La verdad es que no sabía cómo Christian había averiguado cuales eran mis flores preferidas. Por primera vez, tenía ganas de ir al instituto, hacía mucho que no veía esas trazas azules en sus ojos. Por otro lado estaba Matt, y después de lo que pasó en el hotel, no tengo muy claro lo que siente el por mí. Tenía claro que no podía enamorarme de ninguno de ellos dos, ni de nadie. De todas formas Christian no tenía la culpa, no me había dejado tirada. Pero Matt, el que fue el niño de mis ojos, y no me llamó ni una vez, sólo me dejó una carta, una maldita carta por nuestro tiempo juntos. En ese momento, me pareció un mundo, pero ya no, había madurado. Y sabía que una carta no bastaba para despedirse, no bastaba un no te preocupes, todo estará bien, volveré pronto. Me di cuenta de que con esas palabras no podía marcharse una persona, a la que querías. Sin dar explicaciones, dejando a una familia de lado. Tenía que quedar para hablar con él, sin duda, y nada de encantos con su sonrisa devastadora. Quería saber el por qué de su huida y no podía aguantar mucho más sin saberlo.
Dejé mi ropa sucia en el cesto de la lavadora y subí las escaleras hacia mi cuarto.
No me podía quejar, era luminoso y bastante grande. Estaba en el segundo piso, al fondo del pasillo a la izquierda. En la puerta tenia colgadas fotos con Dani, un eje cronológico desde nuestra infancia. En una foto, tendríamos unos ocho años, salimos abrazadas a Matt en su cumple. Sonreí. Era la típica habitación de una adolescente, decorada en madera blanca con tonos alegres: rosa, verde, naranja. Era preciosa, y el armario daba mucho de si... no sólo para guardar ropa. Mi familia tampoco tenía mucho dinero la mayoría eran muebles de IKEA. La colcha (con dos manchas sospechosas en el revés imposibles de quitar a estas alturas) era a cuadros rosas, naranjas y berenjenas. Las paredes en verde. Un sofá situado en frente de un ventanal donde hacía mis deberes, pues el escritorio lo había transformado en tocador y estaba repleto de cosas. Más que posters tenía láminas distribuidas por el cuarto de mi pintor favorito: Monet. En un cajón al lado de la cama guardaba los regalos que intercambie con Matt durante nuestro noviazgo, y ahora también una flor del ramo que me envió Christian. Me senté al borde de la cama y encendí mi portátil. Vi todos los comentarios de apoyo que tenía en una red social. Apagué el ordenador y me asomé a la ventana, dejé que el sol bañase mi cara con su luz, sonreí, me encantaba el sol. Me puse mis pantalones pirata y una camiseta azul con mis converse del mismo color, el móvil y las llaves. Me dirigí hacia el parque más cercano que había. Vi un claro, y daba el sol justo parecía diseñado para mí. Me tumbé cerré mis ojos y puse los cascos al móvil. Quería despejarme, quería escuchar música y relajarme. En la lista de reproducción estaba With me de Sum-41 me encantaba esa canción, era realmente preciosa. Sonreía y a la vez lloraba. Estaba en el cielo, me sentía mal, porque sabía que algo no iba bien en mi vida pero, era feliz en el fondo, lo era. De repente el sol desapareció por una sombra. Abrí los ojos lentamente porque al contrario que los fluorescentes, mis ojos se habían acostumbrado a la luz. Sonreí al verle.

-¿Qué escuchas?- Sonrió, los ojos verdes risueños parecían llenos de alegría.

lunes, 28 de marzo de 2011

Capitulo 9

Desperté de pronto, y la luz de los fluorescentes volvió a molestarme. A mi lado estaba Danielle cogiendo mi mano, cuando vio que me desperté me sonrió.

-Dani, ¿qué hace aquí Matt?
-No lo sé, creo que quiere volver a casa. No ha hablado con nadie excepto tú.
-Que cosa más rara.-Miré a Danielle, estaba a punto de llorar.-No te preocupes ¿vale? Que todo se va a solucionar. Te lo dije cuando él se fue. Te dije que volvería.
-Sí, pero no lo creía, no puedo creerme que haya vuelto, y no haya dicho ni una palabra.
-Tranquila Dani.

Abracé a Danielle, aunque sabía que algo malo pasaba, ¿por qué su hermano no la hablaba? Matt sólo me habló a mí, y presentía que era, simplemente por el mero hecho de que se sentía culpable por el accidente. Dani se fue y la habitación quedó tranquila.
Miré alrededor y vi en la mesilla, unas flores concretamente Liliums eran mis flores favoritas. Las intenté coger pero sólo llegué a una pequeña cartulina rosa. Había una letra, que sin duda reconocía, Christian. Pero ¿cuándo había venido? ¿Habría enviado un mensajero?

“Abby, espero que te mejores pronto, echaré de menos esas miradas. Echaré de menos esos ojos que me tienen loco, y no me dejan pensar en otra cosa. Cuídate. Christian.”

La alegría me embargó el cuerpo, las mejillas se encendieron, el color rojo se expandió por ellas. Y en ese momento sonó una voz que no era la que quería que sonase en ese momento.

-Toc, toc- Dijo sonriendo.- ¿Estas visible?
-Sí, pasa pasa.-Dije a Matt.- Oye ¿puedo hacerte una pregunta?
-Claro, pero ¿puedo hacerte yo otra?
-Me parece justo.-Le sonreí, aunque esta sonrisa se desvaneció pronto.- ¿Por qué solo me hablas a mí? ¿Qué te pasa con Dani? Está muy preocupada Matt…
-Pues, Abby, es muy complicado, quiero volver, pero después de todo lo que pasó de abandonarlos así, no creo que sea justo volver así, de repente.
-¿QUÉ?- La ira invadió mi cuerpo, no me podía creer lo que me estaba diciendo.-¿Has venido para nada?¿Para irte otra vez? ¡¡Matt sigues siendo el mismo imbécil de siempre!! ¿Sabes el daño que le vas a hacer a Dani? ¡¿A tu hermana?!
-Abby, tranquilízate hazme el favor, ya te lo explicaré mas tarde.
-Pero, ¿cómo quieres que me tranquilice?
- A ver, ¿te quedarás más tranquila si hablo esto con Dani?
-Sí, la verdad.
-Pues lo haré, ahora me toca a mí, ¿quién es Christian?
-¿Cómo sabes de Christian? ¿Qué te importa a ti quién sea?
- Bueno dímelo, ¿no? Lo vi en la tarjeta de las flores, y claro me di cuenta de que ya no eres una niña pequeña y tendrás admiradores, que no es para menos.
-Pues sí, mira, es un admirador.-Le sonreí- ¿algún problema?
-¿Yo? Que va, la verdad es que siempre tendré cierta ventaja respecto otros niñatos…
-¿Y cómo sabes que es un niñato? ¿Tan seguro estás de ti mismo?
-Si no confías en ti mismo, ¿en quién vas a confiar?

Le sonreí, no sabía por qué pero siempre me sacaba una sonrisa daba igual el momento que fuese, siempre lo conseguía. Bajó la barandilla de la cama, y le miré a los ojos, se sentó en el hueco que le había hecho en el borde de la cama. Me agarró la mano y con el dedo pulgar me acarició el dorso. Me sonrió, se agachó lentamente. Harta de esperar, a que se lanzase, me mordí el labio, le pasé una mano por el cuello y lo acerqué hacia mí. Lo besé y dejé que sus labios se fundiesen con los míos. Cambió la mano de posición, la puso a mi otro lado. Sentí como su lengua jugaba con la mía, se separó un poco pero no demasiado y me sonrió.

-Vaya, si que has cambiado, antes no me querías ni dar un pico y ¿ahora?-Sonrió
-Sí, bueno…te has perdido algunas cosas.

Nuevamente le acerqué a mi pero con más ansia y lo besé, llevaba unos días sin besar a nadie y la verdad tenía ganas de hacerlo con Matt.
Se levantó escapando de mis besos, y echó el pestillo de la puerta.
Le miré sonriendo y volvió a mí. Con cuidado se me echó encima besándome lentamente por el cuello. Le dejé espacio, echando mi cabeza hacia atrás, mordiéndome el labio. Metió su mano por debajo de mi camisón y acarició mis muslos. Dejé que sus manos caminaran por mis piernas hasta que llegaron a la zona de las ingles. Separé mis piernas y le besé con ganas. Mis manos recorrieron su pecho y sus abdominales marcados. Matt había cambiado con el tiempo, sin lugar a dudas. Mis manos ya no temblorosas como hace unos años, le desabrocharon el botón del pantalón. Éstas se metieron en el pantalón, por dentro del calzoncillo. Noté como su miembro crecía, gracias a mis caricias. Lo toqué y sentí que su sexo era grande, uno de los más grandes que había visto y tocado nunca. Sus manos me acariciaban los brazos y su boca emitía gemidos suaves mientras que su aliento rozaba mi cuello. Le quité los pantalones con su ayuda y él apartó mi camisón verde del hospital. Su mano subía por mi ingle y con ésta me bajó el tanga lentamente. Le mordí su labio, y empecé a masturbarle. Le besé el cuello y le pegué un pequeño mordisco. Cuando sentí que iba a correrse, saqué de su bolsillo una cartera marrón, ya desgastada. En el interior de ésta encontré lo que estaba buscando. Le coloqué el preservativo lo más rápido posible y guié su miembro a la entrada del mío. Le miré con lujuria, una mirada lasciva que hizo aumentar el deseo que Matt tenía de hacerme suya. Me clavó sus ojos grises en los míos. Eso me hizo calentarme, más de lo que estaba y enganché mis piernas en su espalda, se le tensaron los músculos de los brazos al poner toda la fuerza sobre ellos. Me embistió fuertemente. No pude evitar gritar del placer, gemirle en su cuello. El seguía con las embestidas acompañadas de mordiscos suaves que solo me hacían gozar más, y besos en el cuello. Su lengua recorría a veces mis labios y yo se la mordía a fin de ponerle más caliente. Bajó su cabeza y se detuvo en mis pezones que mordía y besaba cual bebé alimentándose de su madre. Sus embestidas cada vez eran más fuertes, y notaba que él iba a estallar. Un escalofrío hizo que una corriente eléctrica erizase mi vello, y mi columna se arquease hasta los dedos de los pies. El soltó un gemido y sabía que se había corrido. Si no hubiese tenido las vías hubiese continuado pero tenía que descansar, no estaba al cien por cien.

-Bueno, ¿todavía sigo siendo una niña para ti?- Dije en un tono sensual.
-Por supuesto que no.
-Entonces comprenderás que yo ya no ando con niñatos, así que deberías estar preocupado.
-Lo mismo te digo pequeña.
-Yo he podido sobrevivir sin ti. No he venido a buscarte como hacían otros.

Le sonreí, sabía que eso le preocuparía y si de verdad era cierto que había vuelto y la única persona con la que había hablado era conmigo, le jodería que hubiese competencia. Pero le tocaba sufrir a él, nos dejó colgadas, a su hermana y a mí.

martes, 15 de marzo de 2011

Capitulo 8


Estaba temblando, no sabía por qué razón estaba él aquí. Aunque realmente no conocía dónde era “aquí”.

-¿Dónde estoy?- Pregunté intentando levantarme.

Sentí una mano en mi hombro, su mano. Me empujó con suavidad hacia la cama. Sentía que eso era una cama pero no sabía cómo había llegado hasta ahí ni donde estaba.

-Abby, estás en el hospital, lo siento.
-¿En el hospital?- Pregunté agobiada- ¿Qué me ha pasado y por qué lo sientes?
-Tranquila, has estado en coma durante una semana. Ahora, llamaré a los médicos para avisar de que te has despertado.
-Espera, ¿cómo me he hecho esto Matt?- Le pregunté
-Iba conduciendo hacia mi casa, pensé que ya era hora de volver y choqué contigo, no sabía que eras tú, hasta que vi tus ojos detrás de la visera del casco.
-¿Qué? ¿A tu casa?
-Abby- Me dijo sonriéndome- te cuento que has estado en coma durante una semana ¿y lo único que te importa es que vuelvo a mi casa?

Las lágrimas emergieron de mis ojos, no podía creer que Matt, mi Matt volviese a su casa. Después de todo lo que había pasado Danielle. Después de todo lo que le hizo pasar a su propia hermana. Ella no iba a creérselo que después de todo él hubiese vuelto. Supongo que ya se habrían visto si yo llevaba aquí una semana y él hubiese venido todos los días. Acercó su mano hacia a mi cara y me quito las lágrimas con el pulgar.

-Será mejor que llame a los médicos y descanses. Ya nos veremos ¿vale? Te quiero pequeña.

Avisó a los médicos que vinieron corriendo y detrás estaban Danielle y mi madre.

Me hicieron un montón de preguntas y estaba agobiándome con tantas pruebas, quería estar a solas con Danielle y hablar sobre Matt. Sobre todo lo que nos pasó cuando él se fue.

Quería saber las razones por las que él había vuelto de donde estuviese cuando se largó con solamente dieciséis años, cuando aún era Matt. Un chico todavía no muy desarrollado comparándolo como estaba ahora. Le había visto poco pero lo que vi, era un hombre alto, con espaldas anchas y los músculos de los brazos tensados al apoyarse en la barra de mi cama. El pelo un poco ondulado y un poco largo rubio con delgadas trazas castañas. Una nariz entrañable, que tanto me gustaba y debajo de ella esa sonrisa con los dientes en perfecta alineación. Y lo que me volvía loca un pequeño lunar encima de la comisura izquierda de la boca. Era el chico perfecto con el que seguramente estaría ahora si no me hubiese pasado lo que me pasó. Justo cuando él no estaba. No volvió yo solo tenía quince años cuando él se fue. Nos llevábamos un año y tres meses de edad, él era más mayor. Eché en falta todos sus abrazos en los momentos malos. Pero lo que pasó no lo puede cambiar nadie. 

lunes, 14 de marzo de 2011

Capitulo 7


 Estaba sonriéndome, le veía como lo hacía. Había muchísimo sol y con esa camiseta blanca, sólo podía fijarme en él. Me quité la sudadera para ver si causaba el mismo efecto en él. El sol me daba en la espalda y estaba muriéndome de calor, decidí recogerme el pelo en una coleta alta y abanicarme con una hoja de papel. Me pasé toda la hora mirándole a él, a sus ojos y a sus abdominales. Él quería mirarme pero tenía que cortarse, una mirada fugitiva, estaba bien pero no gozaba de la misma suerte que yo. Cuando tocó el timbre me quedé hasta que todo el mundo se fue y salí como me desperté arrastrando los pies y me di con una mesa en la cadera.

-¡Ay!-Grité un poco.
-¿Estás bien Abby?-Preguntó con signos de preocupación en su voz.
-Sí, no te preocupes, no es nada, sólo un golpe tonto mañanero.-Le sonreí

Me devolvió la sonrisa, me encandilaba con ella. Era de las sonrisas más bonitas que había visto nunca. Sus dientes estaban colocados a la perfección.

-Tienes una sonrisa perfecta.-Le dije sonriéndole.
-Yo ya te dije, que no podía dejar de pensar en esos ojazos que tienes. Que por cierto no me contestaste al sms.-Me dijo mirándome.
-Si bueno…es que la verdad no sabía que ponerte.
-Pues muchísimo.-Me dijo sonriéndome haciendo que las rodillas me temblasen.
-Muchísimo, ¿qué?-Pregunté, no sabía a lo que se refería.
-Pues eso, que me pones muchísimo.

Sonreí, no podía creer lo que me acababa de decir mi profesor de lengua, el caso era que me gustaba y yo no iba a ser quien parase esto.

-Bueno Christian, me tengo que ir, no querrás quitarme horas de otras clases, ¿no?

Me acerqué a él. Sólo nos separaban un par de centímetros respecto nuestros labios, aspiré su aliento y me fui. Salí por la puerta y me mordí el labio sonriendo. Después de lo que me había dicho ya podía oler un sobresaliente. Dios, como me ponía ese hombre, no sabía que perfume utilizaba, pero esa fragancia me volvía loca.
Las demás clases pasaron lentas, cada segundo era una eternidad y yo lo único que hacía era buscarle por los pasillos con la mirada. Al final del día no le encontré por ningún lado.
Danielle se había ido con Lucas, así que me subí en la moto y arranqué.
Iba conduciendo y en un cruce todo se volvió negro, sólo recordaba una sombra que se dirigió hacia mí.
Seguía pensando pero no podía mover ninguna parte de mi cuerpo, no sabía qué me estaba pasando. Oía algunas voces, pero parecía como si hubiesen pasado días desde que todo se volvió oscuro. Noté una mano encima de la mía. Quería abrir los ojos pero los párpados me pesaban demasiado. A veces escuchaba voces. Eran muy lejanas y apenas podía distinguirlas.
Escuchaba llorar a mi madre, y yo sufría angustia porque no sabía el por qué de los llantos. Sentía como Danielle, me agarraba la mano y pedía que volviese. El problema era que no sabía dónde estaba para poder volver.
Tenía tantas ganas de decirlas que no se preocupasen, que estaba bien. Debía salir de donde estuviese, no aguantaba más fuese lo que fuese y necesitaba moverme. Pero me sentía agotada, todo el cuerpo me pesaba y no conseguía hacer nada.
De repente, en uno de mis intentos de volver, escuché un tono de voz que me resultaba realmente familiar. La curiosidad me estaba matando y no podía más necesitaba saber de quién era esa voz tan familiar.
Noté como unos labios se posaban en los míos delicadamente y luego en mi frente. Abrí los ojos que tan acostumbrados estaban a la oscuridad absoluta y ahora eran deslumbrados por la luz de unos fluorescentes. Vi como unos ojos grises me miraban con incredulidad. Abajo había una sonrisa perfecta cargada de felicidad. En cuanto vi la cara de aquella persona sabía quién era. Lo que era más importante.
-¿Qué haces tú aquí?- Pregunté nerviosa

domingo, 13 de marzo de 2011

Capitulo 6

No paré de dar vueltas por toda la cama no podía dormirme, miré el reloj y vi que eran las 5 de la mañana. Abrí los ojos, después de todo había dormido 2 horas y media. Me levanté despacio y me miré al espejo tenía una cara espantosa, unas ojeras muy marcadas y el pelo que parecía haberse cardado por sí solo, cómo un autómata me agaché y cogí el cepillo del pelo. Lo pasé como tres veces por cada mechón. En cuanto a la cara intenté arreglar mi penoso aspecto. Primero me lavé la cara, no lo utilizaba casi nunca pero me la limpié más aún con una leche limpiadora que me compró mi madre hace poco tiempo, después de eso eché un poco de tónico a un algodón. Lo expandí por toda mi cara, ahora estaba menos penosa que antes pero algo era algo. Me maquillé con corrector y un poco de maquillaje. Los ojos, los perfilé de negro y me apliqué un poco de rimmel.
Fui arrastrando los pies, aún dormida y me vestí con lo primero que pillé, unos vaqueros pitillo, una camiseta blanca de tirantes y encima una sudadera que me recordaba a él, mas que a él a sus ojos. Esos ojos que no me podía quitar de la cabeza. Cerraba los míos, y enseguida todo se inundaba de ese color, esos matices azules que él tenía en sus ojos verdes.
Me puse mis botines adidas blancos con las rayas en azul.
Anduve hacia la cocina, vertí el café en un vaso y le eché un poco de leche, lo calenté en el microondas. Cogí una napolitana de chocolate que me dejó mi madre con una nota encima “Cariño no me esperes para comer, tengo mucho trabajo. Te quiero”. Estaba caliente todavía, le pegué un bocado, tenía muchísima hambre, bebí mi café que estaba realmente asqueroso pero tenía que ponerme las pilas.
Cuando terminé de desayunar me lavé los dientes, me puse la cazadora y cogí la mochila y el casco. Bajé las escaleras rapidísimo y subí a la moto casi de un salto.
Me puse el casco y arranqué, lo más rápido posible, fui a por Danielle, tenía unas ganas tremendas de llegar al instituto. Notaba como las manos de Danielle me agarraban más fuerte de lo normal. Llegamos al instituto en 5 minutos escasos.

-Abby, ¿qué te pasa?-Dijo gritándome, bajándose corriendo.
-¿Qué?¿Qué he hecho?
-¡Pues casi salimos disparadas!
-Tampoco es para tanto.-Dije bajándome de la moto.
-Tía, ibas demasiado rápido.
-Vale, sí, un poco, lo siento. De verdad, es que tenía prisa de llegar al instituto.
-¿Y eso por qué?
-Mira.-Le enseñé el sms del móvil.
-Ay, Abby estás haciendo cosas que no son normales. Lo sabes ¿no?
-Tampoco es nada extraño, sabes que yo soy así. Si puedo disfrutar con esto y encima sacar mejores notas, pues esta bien, ¿no?
-Sí…si por esas, está bien, pero es tu profesor de lengua.
-Bueno Dani…podría haber sido cualquier otro-Dije sonriendo.-¿tú que tal vas con el asunto de Lucas?
-Mejor no comentamos. Vamos a entrar que al final llegamos tarde.

Entramos las dos riéndonos. Lucas era un chico con el que Danielle tonteaba pero no conseguía decirle nada. Ella era muy tímida y él, bueno él era distinto, no le daba vergüenza casi nada y hacía amistades fácilmente. Tonteaban a veces, pero todo dependía de los días, si estaban bien se llevaban como nadie, pero a veces no se podían ni ver. Así que Danielle aprendió a llevarlo, esperando a que algo pasase.
Mientras yo, estaba intentando quitarme de la cabeza cualquier pensamiento “amoroso” que pudiese tener con Christian. Porque yo no podía permitirme el lujo de enamorarme de nadie, no después de lo que me pasó. Tenía que estar lo suficientemente enganchada a él pero sin llegar a enamorarme. Básicamente lo que hacía con todos los hombres, porque así sería realmente feliz. Cuando todos o la mayoría sufriese por lo que me pasó. Entramos en clase y nos sentamos en la segunda fila al lado de la ventana, dejamos las cosas y salimos al pasillo. Justo al salir, venía él. Vestía un polo blanco de manga corta, estaba haciendo buen tiempo pero no tanto para ir vestido de esa manera. Me dedicó una sonrisa, no muy ancha, pero suficiente para darme cuenta de que era para mí. Le dije un “hola” tan bajito que no creo que ni Danielle, se diese cuenta de que lo hubiese hecho, nos dimos la vuelta y entramos en clase.

viernes, 11 de marzo de 2011

Capitulo 5

Salí del instituto con una cara de idiota impresionante, pero es que había conseguido algo que jamás se me hubiese pasado por la cabeza. Ligarme a un profesor, sabía las ventajas que podría conllevar eso, chantajear al profesor para que me subiese la nota o simplemente lo que yo buscaba en todos los hombres. Placer y venganza.
Cogí el móvil y llamé a Danielle.
-¡Hola!
-¿Abby?-Preguntó extrañada, supongo que por la emotividad de mi voz.
-No, soy el espíritu santo.-Dije con sarcasmo.
-¿A qué viene tanta alegría?
-Dani, no se si he hecho una locura…
-Me asustas…¿qué has hecho?
-Nada…-Dije mordiéndome el labio.-Sólo le he dado mi número de móvil a Christian…
-Me he perdido.-Afirmó segura.-¿Quién es Christian?
-mmm…Christian es, el profe de lengua.-Sonreí tontamente.
-¿Qué?-Gritó tanto que tuve que apartarme el móvil de la oreja.-¿Te has vuelto loca?¡¡Abby que es tu profesor de lengua!!
-Mañana te cuento. Adiós, te quiero.

Colgué a Danielle, estaba loca como decía ella, no sabía qué hacer, no sabía si había hecho mal en darle el número. Danielle era como mi conciencia, pero casi nunca surtía efecto en mí. Me puse el casco y me subí a la moto. Arranqué la moto y empecé a conducir por la carretera que me llevaría a mi casa. El viento me agitaba el pelo, encima de la moto me sentía cómoda, era una sensación de libertad. Podía pensar a mis cosas, pero debía estar atenta a la carretera.
Cuando llegué a mi casa, dejé la mochila al lado de la puerta y la chaqueta tirada al lado del sofá negro de cuero. Como siempre, mi madre no estaba en casa, seguiría en el bufete, me dirigí a mi cuarto y cambié los jeans por unos pantalones de chándal, “cagados”. Eran bastante cómodos, me recogí los rizos en una coleta alta, y fui a la nevera. Tenía hambre, así que me hice unas patatas fritas con bacon frito, un poco de queso derretido por encima y una salsa agria por encima de todo. Sí, tenía muchas calorías pero era lo que me apetecía. Cogí un vaso de agua y me fui a mi cuarto, encendí mi ordenador y me conecté a facebook.
Se abrió una ventana del chat, pinché unas patatas y me las llevé a la boca. Grité y empecé a soplar desde adentro, estaban demasiado calientes. Cuando se me pasó vi que era Danielle.

-Abby, explícame que es eso del profe de lengua.
-A ver, no es para tanto, sólo le he dado mi número de móvil, en una hoja de papel que me dejé por “accidente”-Escribí poniendo un poco de sarcasmo en mi mente.
-¿Pero lo ha cogido o algo?

-Claro tía, que lo he visto, si no, no te lo diría.
-Tú verás lo que haces Abby.

Me desconecté, quería pensar en lo que había hecho, seguí comiendo las patatas mojándolas en la salsa. Miré el móvil y no me llegaba nada, ni un toque ni un sms, nada. Estaba como loca por que llegase pero…nada. Llevé el plato de patatas al lavaplatos cuando me lo terminé. Me quité la camiseta verde y me puse una negra de tirantes para dormir. Abrí la cama y me metí dentro, las sábanas y el edredón estaban frías. Al cabo de unos segundos me empecé a calentar  por el edredón.
De repente sonó mi móvil, y emocionada lo cogí, vi que era un mensaje.
Era de un número desconocido, sonreí, decidí abrir el mensaje: Espero que sepas quién soy, sólo quería decirte que con esos ojos verdes que tienes me vas a tener bueno todo el curso.
Era él, no sabía que iba a hacer, él era mi profesor de lengua, pero ya lo había hecho, no podía dar marcha atrás, a mi me gustaba y parece que yo a él también, no veía nada de malo en eso y dentro de tres meses cumpliría dieciocho años. No sabía que responderle, no le dije nada. Tendría que esperar a mañana.

jueves, 3 de marzo de 2011

Capitulo 4

Me senté al lado de su mesa, saqué una hoja y un bolígrafo. Él se sentó en la mesa del profesor. Jugueteé con el bolígrafo entre mis dedos. Miré al frente y vi lo que quería ver, una mirada rápida a su paquete. Me eché el pelo hacia un lado y así se asomaba el escote, sabía que desde la postura en la que estaba él sentado, se vería todo. Levanté la mirada y volví a quedarme embobada, esos matices azules eran como un lago en mitad de un prado verde.

-¿Vas a hacer algo esta hora Abby?- Me dijo con un tono serio.
-¿Qué tengo que hacer?- Le contesté.- ¿Puedo hacerle una pregunta señor Lodge?
-Dime.-Respondió con una mirada llena de curiosidad.
-¿Por qué ahora me tutea y en clase no?
-Pensé que te gustaba así en vez de tratarte de usted.-Me respondió con media sonrisa.
-Sí, la verdad es que sí, gracias.-Le sonreí.
-Tú también puedes tutearme, me llamo Christian.

Sonreí, sabía que esto podía ir bien, pero tenía que buscar algún tema de conversación.

-Profe, ¿por qué me has castigado? Tampoco he hecho nada malo.
-Deberías haberme dado el papel Abby, de todas formas es el primer día, si no lo hubiese hecho, no me hubiese labrado una imagen dura. Si no lo hacía me tomarían por el pito del sereno.
-Así que podría decirse  que me ha tocado a mí pagar el pato. No lo veo nada justo.-Dije con la voz un poco molesta.
-Tampoco te lo estás pasando mal, ¿no?
-Pero tampoco me lo estoy pasando tan bien como podría.

Di en el blanco, era la primera insinuación verbal, sabía que estaría pensando en ese momento y con eso bastaba por ese día pero yo no me iba a quedar con lo mínimo, aparte, conseguiría que esta noche pensase en mí, con suerte.
Miré el reloj y ya eran las cinco menos cinco.

-Bueno profe, encantada. Por cierto, no tienes imagen de tipo duro, no te pega para nada.-Le sonreí.
-¿Y tú cómo sabes eso?-Me miró con una media sonrisa en su boca, la misma sonrisa que me volvía loca.
-Intuición femenina.

Recogí la mochila y dejé el papel con mi número de móvil. Tocó el timbre y salí por la puerta, vi que él cogió el papel y sonrió cuando vio el número, lo guardó en su mochila. Lo conseguí sabía que esta noche definitivamente pensaría en mi.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Capitulo 3

Me volví a mi sitio, mi respiración y el ritmo de mi corazón estaba demasiado acelerado. Cogí la mano de Danielle y se la apreté. Sacó una hoja de su archivador y empezó a escribirme: “¿Qué te pasa Abby?” “Joder tía, ¿estás ciega? Este va a ser nuestro profe de lengua TODO el curso” “Puf la verdad, es que no está nada mal el profeY yo me he chocado con el deberías ver lo duro que está, tiene un pecho…”
De repente, me llamó la atención que algo se movía hacia aquí, levanté la mirada y era él, se dirigía a nuestra mesa con el entrecejo un poco fruncido.

-Señoritas, ¿me hacen el favor de darme ese papel?

Se me hizo un nudo en la garganta, me costaba tragar saliva, y poder hablar. Me quedé anonadada con sus ojos verdes y azules, realmente eran hipnotizadores. Cogí el papel y lo hice una bola de papel con una mano sin darme cuenta, a causa, de los nervios.

-¿Como se llama?
-Abby McClay.
-Señorita McClay, ¿Le importaría darme el papel que tiene en la mano?

No sabía si me estaba hablando, yo sólo le miraba a los ojos. Sentí un codazo en las costillas.

-¡Ay!- Miré a Danielle enfadada.- Esto, señor Lodge, lo siento pero es una tontería.
- Si es una tontería, no creo que le importe dármelo.

Cogí el papel y lo rompí, no podía permitir que viese lo que habíamos puesto en la hoja, así no se empezaba el curso con un nuevo profesor, aunque estuviésemos en el segundo trimestre.

-Me temo que va a tener un castigo por eso, señorita McClay.
-Vale, pero por favor no me llame así, prefiero Abby.
-A las cuatro en el aula de castigos, señorita McClay.
Estaba castigada, genial. Nunca había estado castigada, siempre me portaba lo mejor posible en clase, puede que hubiese algunas reprimendas por hablar pero nunca al aula de castigo. Siempre hay una primera vez para todo, ¿no? Seguro que me tocaría estar con algún profesor viejo y harto de estar en el instituto y lo pagaría conmigo.
Eran las cuatro, me dirigí al aula de castigo, me fijé en que había un horario, le tocaba al señor Lodge, ahora sabía lo que iba a ser una hora eterna. La verdad es que no comprendía el castigo. Sólo había roto una hoja de papel.  Como la clase estaba sola, dejé mis cosas en la mesa más cercana a la del profesor, y me fui al baño. Tenía que refrescarme después del calor que me había entrado al saber que estaba de guardia el señor Lodge. Entré y los grifos estaban más bajos de lo normal, supuse que sería un baño para niños más pequeños, me agaché para beber agua. Oí una tos, que quería llamar mi atención. Giré la cabeza y cerré el grifo del agua. Me encontré con unos pectorales que se marcaban peligrosamente a ese jersey azul que conseguía volverme loca. Estaba segura de que las hormonas andantes como yo, estarían como locas con su nuevo profesor de lengua y literatura.

-Abby, entra en clase, por favor.-Me dijo con una media sonrisa, una mirada obviamente posada en mi trasero.
-Si señor Lodge.-Me gustaba la forma en la que me miraba asique subí lentamente y pasé por delante de él.

sábado, 26 de febrero de 2011

Capitulo 2

Me desperté. Abrí los ojos lentamente pero no me moví. No quería salir de la cama, estaba cansada y lo último que me apetecía era ir otra vez al instituto, simplemente no tenía ganas. Ir al mismo centro, donde sólo mis verdaderos amigos sabían el por qué de mi comportamiento. Nadie más estaba al tanto de mi situación. Supongo que todavía pensaban que era virgen…bueno todos no. No sabía si abandonar a mis amigos por la excesiva protección que me daban. Era demasiada, sí, pero me querían y supongo que eso era lo importante. Pero no podían entender que a veces me apeteciese estar sola y hacer lo que quería hacer: obtener placer. Muchas veces era lo único que me apetecía.
Decidí levantarme ya, por mucho que me costase, tenía que ir al instituto. Me duché y me vestí. Colgué unos pendientes largos y verdes en mis orejas que resaltaban con mi larga melena negra y rizada y hacía juego con mis ojos verdes. Me gustaba como me quedaba este color, así que me puse una camiseta con un poco de escote cogida con un cinturón negro debajo del pecho con unos pantalones negros y pitillo. Después me puse unas converse verdes. De abrigo, llevaba solamente una chaqueta de punto negro y la cazadora de la moto. Cogí mi mochila, las llaves de casa y de la moto y mi móvil. Bajando por el ascensor me puse mi casco rosa de chupa-chups, arranqué la moto y fui a por Danielle, mi mejor amiga.
Danielle era alta, con el pelo corto y castaño. Llevaba unas mechas azules repartidas por todo el pelo, con ojos de un azul oscuro que combinaban a la perfección con las mechas. No teníamos muchas cosas en común, ella era gótica a pesar de que me gustase el negro no podía llevar la ropa que llevaba ella. De todas formas, ella era mi mejor amiga y sabía con todo detalle cómo me sentía. Se puso su casco negro y fuimos hacia el instituto. A veces sentía que no me hacía falta hablar con ella para decirla como me sentía, sabía que ella me entendía con sólo una mirada.
Me saludó cabeceando como sólo ella sabía, arqueando sus cejas, Danielle era de lo mas gracioso que te podías encontrar. Se puso su casco negro y se subió a la parte trasera de la moto agarrándose a mi cintura.
Llegamos al instituto me arreglé un poco el pelo, que a causa del viento se me había enredado un poco. Danielle, me piro y me dijo:


-¿Qué tal anoche?-Con una sonrisa de las suyas, en las que se entreveía lo que decía.
-Bien, mucha fiesta y estoy que no puedo con mi alma.
-Ay, ay, ay Abby, esto no puede ser. Hay que salir de vez en cuando pero, ¡no todos los días! Tienes que tener cuidado ¿eh?
-Si máma.
-Abby sabes muy bien lo que te pasó.

- Y tu sabes por lo que hago esto ¿no?. Quiero vengarme, no, mejor dicho, quiero ser yo la que disfrute ahora.
-Tu sabrás lo que haces Abby.



Entramos a clase, dejé la mochila en la mesa y fui a salir. Tropecé con un torso muy marcado en un jersey azul eléctrico. Levanté la mirada hasta cruzarme con unos ojos verdes con unas delicadas lineas azules como el jersey que hicieron que el vello de mis brazos se me erizase.
Se dirigió a la mesa del profesor, entonces supe que todo el curso sería un suplicio en la clase de lengua y literatura. 




jueves, 17 de febrero de 2011

Capitulo 1

Capítulo 1
La música se oía estruendosamente por toda la sala. Miré a mi alrededor. Podía observar a aquellas parejas besarse y gozar con el placer que produce hacerlo con un desconocido. Si te fijabas bien podías ver a un par de jóvenes bailando sensualmente en la pista, como jugueteaban con sus lenguas ladeando ligeramente la cabeza. Un poco más abajo de sus cabezas podía observar como sus manos se recorrían mutuamente. Las manos de él se deslizaron por debajo de su falda. Por la cara de placer y la forma en la que ella se mordía el labio supe que los dedos de él jugaban con ella, y me imaginaba hasta sus gemidos.
Ya bastaba de mirar, era la hora de actuar. Había llegado mi turno y quería gozar igual o más que esa chica.
Me dirigí a la barra y me senté. Sabía que había más de un hombre mirándome. Esperé a que alguno me invitase a alguna copa. Visualicé a un joven, alto con el pelo negro y espalda ancha. Clavé la mirada en él. Aún no sabía de que color eran sus ojos pero sabía que estaban fijos en mi vestido, concretamente en mi escote. Llevaba un vestido negro, corto con escote de escándalo y unas plataformas altísimas.
Se estaba acercando. Lo había conseguido.
Se sentó a mi lado y pude ver unos profundos ojos azules. Sus brazos estaban repletos de unos músculos hinchados. Cuando levanté la vista de sus brazos me dijo, por fin:
-¿Qué bebes? -. Tenía una sonrisa que dejaba claro a lo que iba.
-Lo que sea. Me gusta todo –sonreí lascivamente.
-Perfecto. –Se dirigió a la camarera – dos “Sex on the Beach”
-Me gusta ese cóctel. Buena elección. –Le miré a los ojos fijamente y volví a lanzarle otra sonrisa.
Pasado un rato me acabé el cóctel y me relamí los labios de una forma sensual. Sabía lo que provocaba en los hombres ese pequeño gesto.
-¿No eres un poco joven para venir a sitios como éste? –dijo con curiosidad.
-Tengo 17 años. No creo que sea una niña.
-No, yo no he dicho eso, sólo hay que verte. No tienes pinta de niña para nada. –Rió
-Eso espero. Aunque a veces soy tan inquieta como una.
-Bueno, ¿me vas a decir cómo te llamas?
-Abby, ¿y tú?
-Lucas
-Encantada
-Lo mismo digo. –dijo mirándome a los ojos, después al escote.
-Creo que el placer es de ambos –le guiñé un ojo.
Escuché una de mis canciones favoritas y me entraron unas ganas inmensas de bailar. Le miré a los ojos y me dirigí hacia la multitud que estaba bailando. Fui sola pero sabía que iba a venir detrás mía. Empecé a moverme sensualmente en la pista, notaba como las miradas se posaban en mi, unas de deseo, otras de envidia. Al poco tiempo noté que unas manos grandes se acomodaron el mi cadera y un cuerpo detrás de mí que seguía el ritmo de la música. Me giré  y era Lucas. Hice que se agachase y así pude hablarle al oído.
-¿Y tú? no me has dicho los años que tienes-sonreí
-Tengo 20, no soy tan viejo ¿verdad?.
-Para nada -Seguí bailando mientras le sonreía.
Bailamos muy pegados, demasiado, pero justo como yo quería. Restregué mi cuerpo contra el suyo sabía que eso les gustaba y por señales físicas lo noté. Su paquete se había hinchado más respecto a como lo tenía antes. Subía y bajaba mis manos lentamente y lo rocé haciéndome la inocente, note su escalofrío.
Se me acerco y me susurró:
-Oye Abby.
-Dime- Sonreí maliciosamente.
-Podemos ir al baño quiero contarte algo.-Me regaló una media sonrisa y yo ya sabía lo que significaba.
-Claro como no.
Me dirigí hacia el servicio de hombre supuse que había menos gente allí. Seguía teniendo sus manos en mi cintura aunque bajaban un poco, hacia donde yo quería. Nada más entrar en el baño, abrió una de las cabinas me cogió de las caderas y me subió a la cisterna del inodoro. Cerró el pestillo y yo ya tenía la necesidad de incluirle en mi lista. Se pegó a mi todo lo que pudo, me asió del pelo y me acercó a su boca. Introdujo su lengua en mi boca de una forma salvaje, le correspondí. Mientras el se dedicaba a besarme, yo deslicé mi mano hacia su entrepierna y desabroché la bragueta. Mi sorpresa fue el notar que no llevaba ropa interior, desabroché el botón de su vaquero y le bajé los pantalones un poco. Mientras sentía como mi sangre intentaba salir hacia el exterior por mi cuello debido a la presión que ejercía en mi cuello, agarré su miembro. Empecé con movimientos lentos, no quería que esto terminase así ni mucho menos. No dejé que se corriera, solo la hice crecer. Me dedicó un segundo de una mirada penetrante, metió las manos debajo de mi vestido y sacó mi tanga negro con transparencias de encaje. Iba a penetrarme pero no le dejé, cogí su mano y la planté en mi sexo. Él sabía lo que tenia que hacer, empezó a juguetear con mi clítoris de un color rojo a punto de estallar. En poco rato de juego, noté un escalofrío que me recorrió la espalda, la cual arqueé y me llegó a la punta de los dedos de los pies, todas mis terminaciones nerviosas recibieron el estímulo. Un orgasmo. A partir de ahí, le dejaría penetrarme, yo ya había obtenido mi primer momento de placer. Pero me llevé una sorpresa no intento hacer nada con su sexo todavía, sino que se agachó como pudo y empezó a meter su lengua en mi sexo. Sentí una oleada de calor, notaba como pasaba su lengua por mis labios menores y jugaba con ellos, como se detenía en el saliente clítoris y le daba pequeños mordiscos que me hacían temblar del gusto, del placer producido. Otro orgasmo. Le agarré y le besé con rabia. Le senté en aquel inodoro y me subí a su miembro erecto que había crecido.Cuando estaba encima suya, a horcajadas, empecé a subir y bajar lentamente, sabía que el notaba la presión de mi sexo sobre el suyo. Me estremecía cuando notaba que salía de mí. Cuando noté que iba a llegar al orgasmo y al clímax, me desmonté, y le mordí el labio.
-Ha sido todo un placer- Le guiñé el ojo
Salí de la cabina, le dejé con las ganas sin saber lo que era el placer cuando un hombre estaba conmigo. Me arreglé el vestido. Al salir del servicio todas las personas me miraban con una cara de extraño, pero me daba igual había obtenido lo que quería vengarme de todos los hombres posibles.
Sentí el aire fresco de la noche, me subí a mi autobús y llegué a mi casa. Nada más llegar a casa, me duché para quitarme toda la suciedad y sudor de aquella noche. Me puse mi pijama, deshice la cama y me metí en ella, cerré los ojos y pensé que no había hecho nada malo. Solo me vengaba del desalmado que me hizo eso.