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jueves, 31 de marzo de 2011

Capitulo 10

Le miré desde la camilla, como se ponía otra vez sus calzoncillos y los pantalones. Noté los músculos de su espalda tensarse al subírselos. Como se ponía su camiseta que estaba tirada en el suelo de la habitación. Sonreí, por una vez, lo hice con alguien que esperaba, que de verdad tenía ganas. Vi como se volvía a colocar su pelo imperfectamente peinado. Se volvió y me dio un suave beso en los labios. Abrió la puerta, cogió su chaqueta de la moto y su casco y se fue. Acto seguido Danielle entró de repente y me miró, me peiné un poco para que no se diese cuenta.

-¿Qué te ha dicho?- Me miró con curiosidad y ansia por saber que le había pasado a su hermano.

No sabía que contestarla, por una vez no iba a contarle toda la verdad de lo sucedido. No podía contarla que me acababa de acostar con su hermano mayor.

-Dani, me ha dicho que hablaría contigo así que supongo que sólo nos toca esperar.- La miré y la cogí la mano.
-Estarás contenta ¿no?- El corazón se me encogió en un puño
-¿Por qué?- La pregunté dubitativa.
-¡Porque te dan el alta Abby! Si es que no te enteras de nada.- Me sonrió

No me había enterado pero ya había pasado los cinco días que tenía que estar en el hospital ingresada. Y tenía en la cabeza a dos personas y sabía que si no hacía algo, me acabaría enamorando. En cuanto saliese del hospital, me tomaría dos días de relax y después me iría de fiesta. Decidí contestar la nota de Christian.

Gracias por preocuparte. No hacían falta las flores, pero, ¿cómo sabías que eran mis preferidas?

La verdad es que no sabía cómo Christian había averiguado cuales eran mis flores preferidas. Por primera vez, tenía ganas de ir al instituto, hacía mucho que no veía esas trazas azules en sus ojos. Por otro lado estaba Matt, y después de lo que pasó en el hotel, no tengo muy claro lo que siente el por mí. Tenía claro que no podía enamorarme de ninguno de ellos dos, ni de nadie. De todas formas Christian no tenía la culpa, no me había dejado tirada. Pero Matt, el que fue el niño de mis ojos, y no me llamó ni una vez, sólo me dejó una carta, una maldita carta por nuestro tiempo juntos. En ese momento, me pareció un mundo, pero ya no, había madurado. Y sabía que una carta no bastaba para despedirse, no bastaba un no te preocupes, todo estará bien, volveré pronto. Me di cuenta de que con esas palabras no podía marcharse una persona, a la que querías. Sin dar explicaciones, dejando a una familia de lado. Tenía que quedar para hablar con él, sin duda, y nada de encantos con su sonrisa devastadora. Quería saber el por qué de su huida y no podía aguantar mucho más sin saberlo.
Dejé mi ropa sucia en el cesto de la lavadora y subí las escaleras hacia mi cuarto.
No me podía quejar, era luminoso y bastante grande. Estaba en el segundo piso, al fondo del pasillo a la izquierda. En la puerta tenia colgadas fotos con Dani, un eje cronológico desde nuestra infancia. En una foto, tendríamos unos ocho años, salimos abrazadas a Matt en su cumple. Sonreí. Era la típica habitación de una adolescente, decorada en madera blanca con tonos alegres: rosa, verde, naranja. Era preciosa, y el armario daba mucho de si... no sólo para guardar ropa. Mi familia tampoco tenía mucho dinero la mayoría eran muebles de IKEA. La colcha (con dos manchas sospechosas en el revés imposibles de quitar a estas alturas) era a cuadros rosas, naranjas y berenjenas. Las paredes en verde. Un sofá situado en frente de un ventanal donde hacía mis deberes, pues el escritorio lo había transformado en tocador y estaba repleto de cosas. Más que posters tenía láminas distribuidas por el cuarto de mi pintor favorito: Monet. En un cajón al lado de la cama guardaba los regalos que intercambie con Matt durante nuestro noviazgo, y ahora también una flor del ramo que me envió Christian. Me senté al borde de la cama y encendí mi portátil. Vi todos los comentarios de apoyo que tenía en una red social. Apagué el ordenador y me asomé a la ventana, dejé que el sol bañase mi cara con su luz, sonreí, me encantaba el sol. Me puse mis pantalones pirata y una camiseta azul con mis converse del mismo color, el móvil y las llaves. Me dirigí hacia el parque más cercano que había. Vi un claro, y daba el sol justo parecía diseñado para mí. Me tumbé cerré mis ojos y puse los cascos al móvil. Quería despejarme, quería escuchar música y relajarme. En la lista de reproducción estaba With me de Sum-41 me encantaba esa canción, era realmente preciosa. Sonreía y a la vez lloraba. Estaba en el cielo, me sentía mal, porque sabía que algo no iba bien en mi vida pero, era feliz en el fondo, lo era. De repente el sol desapareció por una sombra. Abrí los ojos lentamente porque al contrario que los fluorescentes, mis ojos se habían acostumbrado a la luz. Sonreí al verle.

-¿Qué escuchas?- Sonrió, los ojos verdes risueños parecían llenos de alegría.

lunes, 28 de marzo de 2011

Capitulo 9

Desperté de pronto, y la luz de los fluorescentes volvió a molestarme. A mi lado estaba Danielle cogiendo mi mano, cuando vio que me desperté me sonrió.

-Dani, ¿qué hace aquí Matt?
-No lo sé, creo que quiere volver a casa. No ha hablado con nadie excepto tú.
-Que cosa más rara.-Miré a Danielle, estaba a punto de llorar.-No te preocupes ¿vale? Que todo se va a solucionar. Te lo dije cuando él se fue. Te dije que volvería.
-Sí, pero no lo creía, no puedo creerme que haya vuelto, y no haya dicho ni una palabra.
-Tranquila Dani.

Abracé a Danielle, aunque sabía que algo malo pasaba, ¿por qué su hermano no la hablaba? Matt sólo me habló a mí, y presentía que era, simplemente por el mero hecho de que se sentía culpable por el accidente. Dani se fue y la habitación quedó tranquila.
Miré alrededor y vi en la mesilla, unas flores concretamente Liliums eran mis flores favoritas. Las intenté coger pero sólo llegué a una pequeña cartulina rosa. Había una letra, que sin duda reconocía, Christian. Pero ¿cuándo había venido? ¿Habría enviado un mensajero?

“Abby, espero que te mejores pronto, echaré de menos esas miradas. Echaré de menos esos ojos que me tienen loco, y no me dejan pensar en otra cosa. Cuídate. Christian.”

La alegría me embargó el cuerpo, las mejillas se encendieron, el color rojo se expandió por ellas. Y en ese momento sonó una voz que no era la que quería que sonase en ese momento.

-Toc, toc- Dijo sonriendo.- ¿Estas visible?
-Sí, pasa pasa.-Dije a Matt.- Oye ¿puedo hacerte una pregunta?
-Claro, pero ¿puedo hacerte yo otra?
-Me parece justo.-Le sonreí, aunque esta sonrisa se desvaneció pronto.- ¿Por qué solo me hablas a mí? ¿Qué te pasa con Dani? Está muy preocupada Matt…
-Pues, Abby, es muy complicado, quiero volver, pero después de todo lo que pasó de abandonarlos así, no creo que sea justo volver así, de repente.
-¿QUÉ?- La ira invadió mi cuerpo, no me podía creer lo que me estaba diciendo.-¿Has venido para nada?¿Para irte otra vez? ¡¡Matt sigues siendo el mismo imbécil de siempre!! ¿Sabes el daño que le vas a hacer a Dani? ¡¿A tu hermana?!
-Abby, tranquilízate hazme el favor, ya te lo explicaré mas tarde.
-Pero, ¿cómo quieres que me tranquilice?
- A ver, ¿te quedarás más tranquila si hablo esto con Dani?
-Sí, la verdad.
-Pues lo haré, ahora me toca a mí, ¿quién es Christian?
-¿Cómo sabes de Christian? ¿Qué te importa a ti quién sea?
- Bueno dímelo, ¿no? Lo vi en la tarjeta de las flores, y claro me di cuenta de que ya no eres una niña pequeña y tendrás admiradores, que no es para menos.
-Pues sí, mira, es un admirador.-Le sonreí- ¿algún problema?
-¿Yo? Que va, la verdad es que siempre tendré cierta ventaja respecto otros niñatos…
-¿Y cómo sabes que es un niñato? ¿Tan seguro estás de ti mismo?
-Si no confías en ti mismo, ¿en quién vas a confiar?

Le sonreí, no sabía por qué pero siempre me sacaba una sonrisa daba igual el momento que fuese, siempre lo conseguía. Bajó la barandilla de la cama, y le miré a los ojos, se sentó en el hueco que le había hecho en el borde de la cama. Me agarró la mano y con el dedo pulgar me acarició el dorso. Me sonrió, se agachó lentamente. Harta de esperar, a que se lanzase, me mordí el labio, le pasé una mano por el cuello y lo acerqué hacia mí. Lo besé y dejé que sus labios se fundiesen con los míos. Cambió la mano de posición, la puso a mi otro lado. Sentí como su lengua jugaba con la mía, se separó un poco pero no demasiado y me sonrió.

-Vaya, si que has cambiado, antes no me querías ni dar un pico y ¿ahora?-Sonrió
-Sí, bueno…te has perdido algunas cosas.

Nuevamente le acerqué a mi pero con más ansia y lo besé, llevaba unos días sin besar a nadie y la verdad tenía ganas de hacerlo con Matt.
Se levantó escapando de mis besos, y echó el pestillo de la puerta.
Le miré sonriendo y volvió a mí. Con cuidado se me echó encima besándome lentamente por el cuello. Le dejé espacio, echando mi cabeza hacia atrás, mordiéndome el labio. Metió su mano por debajo de mi camisón y acarició mis muslos. Dejé que sus manos caminaran por mis piernas hasta que llegaron a la zona de las ingles. Separé mis piernas y le besé con ganas. Mis manos recorrieron su pecho y sus abdominales marcados. Matt había cambiado con el tiempo, sin lugar a dudas. Mis manos ya no temblorosas como hace unos años, le desabrocharon el botón del pantalón. Éstas se metieron en el pantalón, por dentro del calzoncillo. Noté como su miembro crecía, gracias a mis caricias. Lo toqué y sentí que su sexo era grande, uno de los más grandes que había visto y tocado nunca. Sus manos me acariciaban los brazos y su boca emitía gemidos suaves mientras que su aliento rozaba mi cuello. Le quité los pantalones con su ayuda y él apartó mi camisón verde del hospital. Su mano subía por mi ingle y con ésta me bajó el tanga lentamente. Le mordí su labio, y empecé a masturbarle. Le besé el cuello y le pegué un pequeño mordisco. Cuando sentí que iba a correrse, saqué de su bolsillo una cartera marrón, ya desgastada. En el interior de ésta encontré lo que estaba buscando. Le coloqué el preservativo lo más rápido posible y guié su miembro a la entrada del mío. Le miré con lujuria, una mirada lasciva que hizo aumentar el deseo que Matt tenía de hacerme suya. Me clavó sus ojos grises en los míos. Eso me hizo calentarme, más de lo que estaba y enganché mis piernas en su espalda, se le tensaron los músculos de los brazos al poner toda la fuerza sobre ellos. Me embistió fuertemente. No pude evitar gritar del placer, gemirle en su cuello. El seguía con las embestidas acompañadas de mordiscos suaves que solo me hacían gozar más, y besos en el cuello. Su lengua recorría a veces mis labios y yo se la mordía a fin de ponerle más caliente. Bajó su cabeza y se detuvo en mis pezones que mordía y besaba cual bebé alimentándose de su madre. Sus embestidas cada vez eran más fuertes, y notaba que él iba a estallar. Un escalofrío hizo que una corriente eléctrica erizase mi vello, y mi columna se arquease hasta los dedos de los pies. El soltó un gemido y sabía que se había corrido. Si no hubiese tenido las vías hubiese continuado pero tenía que descansar, no estaba al cien por cien.

-Bueno, ¿todavía sigo siendo una niña para ti?- Dije en un tono sensual.
-Por supuesto que no.
-Entonces comprenderás que yo ya no ando con niñatos, así que deberías estar preocupado.
-Lo mismo te digo pequeña.
-Yo he podido sobrevivir sin ti. No he venido a buscarte como hacían otros.

Le sonreí, sabía que eso le preocuparía y si de verdad era cierto que había vuelto y la única persona con la que había hablado era conmigo, le jodería que hubiese competencia. Pero le tocaba sufrir a él, nos dejó colgadas, a su hermana y a mí.

martes, 15 de marzo de 2011

Capitulo 8


Estaba temblando, no sabía por qué razón estaba él aquí. Aunque realmente no conocía dónde era “aquí”.

-¿Dónde estoy?- Pregunté intentando levantarme.

Sentí una mano en mi hombro, su mano. Me empujó con suavidad hacia la cama. Sentía que eso era una cama pero no sabía cómo había llegado hasta ahí ni donde estaba.

-Abby, estás en el hospital, lo siento.
-¿En el hospital?- Pregunté agobiada- ¿Qué me ha pasado y por qué lo sientes?
-Tranquila, has estado en coma durante una semana. Ahora, llamaré a los médicos para avisar de que te has despertado.
-Espera, ¿cómo me he hecho esto Matt?- Le pregunté
-Iba conduciendo hacia mi casa, pensé que ya era hora de volver y choqué contigo, no sabía que eras tú, hasta que vi tus ojos detrás de la visera del casco.
-¿Qué? ¿A tu casa?
-Abby- Me dijo sonriéndome- te cuento que has estado en coma durante una semana ¿y lo único que te importa es que vuelvo a mi casa?

Las lágrimas emergieron de mis ojos, no podía creer que Matt, mi Matt volviese a su casa. Después de todo lo que había pasado Danielle. Después de todo lo que le hizo pasar a su propia hermana. Ella no iba a creérselo que después de todo él hubiese vuelto. Supongo que ya se habrían visto si yo llevaba aquí una semana y él hubiese venido todos los días. Acercó su mano hacia a mi cara y me quito las lágrimas con el pulgar.

-Será mejor que llame a los médicos y descanses. Ya nos veremos ¿vale? Te quiero pequeña.

Avisó a los médicos que vinieron corriendo y detrás estaban Danielle y mi madre.

Me hicieron un montón de preguntas y estaba agobiándome con tantas pruebas, quería estar a solas con Danielle y hablar sobre Matt. Sobre todo lo que nos pasó cuando él se fue.

Quería saber las razones por las que él había vuelto de donde estuviese cuando se largó con solamente dieciséis años, cuando aún era Matt. Un chico todavía no muy desarrollado comparándolo como estaba ahora. Le había visto poco pero lo que vi, era un hombre alto, con espaldas anchas y los músculos de los brazos tensados al apoyarse en la barra de mi cama. El pelo un poco ondulado y un poco largo rubio con delgadas trazas castañas. Una nariz entrañable, que tanto me gustaba y debajo de ella esa sonrisa con los dientes en perfecta alineación. Y lo que me volvía loca un pequeño lunar encima de la comisura izquierda de la boca. Era el chico perfecto con el que seguramente estaría ahora si no me hubiese pasado lo que me pasó. Justo cuando él no estaba. No volvió yo solo tenía quince años cuando él se fue. Nos llevábamos un año y tres meses de edad, él era más mayor. Eché en falta todos sus abrazos en los momentos malos. Pero lo que pasó no lo puede cambiar nadie. 

lunes, 14 de marzo de 2011

Capitulo 7


 Estaba sonriéndome, le veía como lo hacía. Había muchísimo sol y con esa camiseta blanca, sólo podía fijarme en él. Me quité la sudadera para ver si causaba el mismo efecto en él. El sol me daba en la espalda y estaba muriéndome de calor, decidí recogerme el pelo en una coleta alta y abanicarme con una hoja de papel. Me pasé toda la hora mirándole a él, a sus ojos y a sus abdominales. Él quería mirarme pero tenía que cortarse, una mirada fugitiva, estaba bien pero no gozaba de la misma suerte que yo. Cuando tocó el timbre me quedé hasta que todo el mundo se fue y salí como me desperté arrastrando los pies y me di con una mesa en la cadera.

-¡Ay!-Grité un poco.
-¿Estás bien Abby?-Preguntó con signos de preocupación en su voz.
-Sí, no te preocupes, no es nada, sólo un golpe tonto mañanero.-Le sonreí

Me devolvió la sonrisa, me encandilaba con ella. Era de las sonrisas más bonitas que había visto nunca. Sus dientes estaban colocados a la perfección.

-Tienes una sonrisa perfecta.-Le dije sonriéndole.
-Yo ya te dije, que no podía dejar de pensar en esos ojazos que tienes. Que por cierto no me contestaste al sms.-Me dijo mirándome.
-Si bueno…es que la verdad no sabía que ponerte.
-Pues muchísimo.-Me dijo sonriéndome haciendo que las rodillas me temblasen.
-Muchísimo, ¿qué?-Pregunté, no sabía a lo que se refería.
-Pues eso, que me pones muchísimo.

Sonreí, no podía creer lo que me acababa de decir mi profesor de lengua, el caso era que me gustaba y yo no iba a ser quien parase esto.

-Bueno Christian, me tengo que ir, no querrás quitarme horas de otras clases, ¿no?

Me acerqué a él. Sólo nos separaban un par de centímetros respecto nuestros labios, aspiré su aliento y me fui. Salí por la puerta y me mordí el labio sonriendo. Después de lo que me había dicho ya podía oler un sobresaliente. Dios, como me ponía ese hombre, no sabía que perfume utilizaba, pero esa fragancia me volvía loca.
Las demás clases pasaron lentas, cada segundo era una eternidad y yo lo único que hacía era buscarle por los pasillos con la mirada. Al final del día no le encontré por ningún lado.
Danielle se había ido con Lucas, así que me subí en la moto y arranqué.
Iba conduciendo y en un cruce todo se volvió negro, sólo recordaba una sombra que se dirigió hacia mí.
Seguía pensando pero no podía mover ninguna parte de mi cuerpo, no sabía qué me estaba pasando. Oía algunas voces, pero parecía como si hubiesen pasado días desde que todo se volvió oscuro. Noté una mano encima de la mía. Quería abrir los ojos pero los párpados me pesaban demasiado. A veces escuchaba voces. Eran muy lejanas y apenas podía distinguirlas.
Escuchaba llorar a mi madre, y yo sufría angustia porque no sabía el por qué de los llantos. Sentía como Danielle, me agarraba la mano y pedía que volviese. El problema era que no sabía dónde estaba para poder volver.
Tenía tantas ganas de decirlas que no se preocupasen, que estaba bien. Debía salir de donde estuviese, no aguantaba más fuese lo que fuese y necesitaba moverme. Pero me sentía agotada, todo el cuerpo me pesaba y no conseguía hacer nada.
De repente, en uno de mis intentos de volver, escuché un tono de voz que me resultaba realmente familiar. La curiosidad me estaba matando y no podía más necesitaba saber de quién era esa voz tan familiar.
Noté como unos labios se posaban en los míos delicadamente y luego en mi frente. Abrí los ojos que tan acostumbrados estaban a la oscuridad absoluta y ahora eran deslumbrados por la luz de unos fluorescentes. Vi como unos ojos grises me miraban con incredulidad. Abajo había una sonrisa perfecta cargada de felicidad. En cuanto vi la cara de aquella persona sabía quién era. Lo que era más importante.
-¿Qué haces tú aquí?- Pregunté nerviosa

domingo, 13 de marzo de 2011

Capitulo 6

No paré de dar vueltas por toda la cama no podía dormirme, miré el reloj y vi que eran las 5 de la mañana. Abrí los ojos, después de todo había dormido 2 horas y media. Me levanté despacio y me miré al espejo tenía una cara espantosa, unas ojeras muy marcadas y el pelo que parecía haberse cardado por sí solo, cómo un autómata me agaché y cogí el cepillo del pelo. Lo pasé como tres veces por cada mechón. En cuanto a la cara intenté arreglar mi penoso aspecto. Primero me lavé la cara, no lo utilizaba casi nunca pero me la limpié más aún con una leche limpiadora que me compró mi madre hace poco tiempo, después de eso eché un poco de tónico a un algodón. Lo expandí por toda mi cara, ahora estaba menos penosa que antes pero algo era algo. Me maquillé con corrector y un poco de maquillaje. Los ojos, los perfilé de negro y me apliqué un poco de rimmel.
Fui arrastrando los pies, aún dormida y me vestí con lo primero que pillé, unos vaqueros pitillo, una camiseta blanca de tirantes y encima una sudadera que me recordaba a él, mas que a él a sus ojos. Esos ojos que no me podía quitar de la cabeza. Cerraba los míos, y enseguida todo se inundaba de ese color, esos matices azules que él tenía en sus ojos verdes.
Me puse mis botines adidas blancos con las rayas en azul.
Anduve hacia la cocina, vertí el café en un vaso y le eché un poco de leche, lo calenté en el microondas. Cogí una napolitana de chocolate que me dejó mi madre con una nota encima “Cariño no me esperes para comer, tengo mucho trabajo. Te quiero”. Estaba caliente todavía, le pegué un bocado, tenía muchísima hambre, bebí mi café que estaba realmente asqueroso pero tenía que ponerme las pilas.
Cuando terminé de desayunar me lavé los dientes, me puse la cazadora y cogí la mochila y el casco. Bajé las escaleras rapidísimo y subí a la moto casi de un salto.
Me puse el casco y arranqué, lo más rápido posible, fui a por Danielle, tenía unas ganas tremendas de llegar al instituto. Notaba como las manos de Danielle me agarraban más fuerte de lo normal. Llegamos al instituto en 5 minutos escasos.

-Abby, ¿qué te pasa?-Dijo gritándome, bajándose corriendo.
-¿Qué?¿Qué he hecho?
-¡Pues casi salimos disparadas!
-Tampoco es para tanto.-Dije bajándome de la moto.
-Tía, ibas demasiado rápido.
-Vale, sí, un poco, lo siento. De verdad, es que tenía prisa de llegar al instituto.
-¿Y eso por qué?
-Mira.-Le enseñé el sms del móvil.
-Ay, Abby estás haciendo cosas que no son normales. Lo sabes ¿no?
-Tampoco es nada extraño, sabes que yo soy así. Si puedo disfrutar con esto y encima sacar mejores notas, pues esta bien, ¿no?
-Sí…si por esas, está bien, pero es tu profesor de lengua.
-Bueno Dani…podría haber sido cualquier otro-Dije sonriendo.-¿tú que tal vas con el asunto de Lucas?
-Mejor no comentamos. Vamos a entrar que al final llegamos tarde.

Entramos las dos riéndonos. Lucas era un chico con el que Danielle tonteaba pero no conseguía decirle nada. Ella era muy tímida y él, bueno él era distinto, no le daba vergüenza casi nada y hacía amistades fácilmente. Tonteaban a veces, pero todo dependía de los días, si estaban bien se llevaban como nadie, pero a veces no se podían ni ver. Así que Danielle aprendió a llevarlo, esperando a que algo pasase.
Mientras yo, estaba intentando quitarme de la cabeza cualquier pensamiento “amoroso” que pudiese tener con Christian. Porque yo no podía permitirme el lujo de enamorarme de nadie, no después de lo que me pasó. Tenía que estar lo suficientemente enganchada a él pero sin llegar a enamorarme. Básicamente lo que hacía con todos los hombres, porque así sería realmente feliz. Cuando todos o la mayoría sufriese por lo que me pasó. Entramos en clase y nos sentamos en la segunda fila al lado de la ventana, dejamos las cosas y salimos al pasillo. Justo al salir, venía él. Vestía un polo blanco de manga corta, estaba haciendo buen tiempo pero no tanto para ir vestido de esa manera. Me dedicó una sonrisa, no muy ancha, pero suficiente para darme cuenta de que era para mí. Le dije un “hola” tan bajito que no creo que ni Danielle, se diese cuenta de que lo hubiese hecho, nos dimos la vuelta y entramos en clase.

viernes, 11 de marzo de 2011

Capitulo 5

Salí del instituto con una cara de idiota impresionante, pero es que había conseguido algo que jamás se me hubiese pasado por la cabeza. Ligarme a un profesor, sabía las ventajas que podría conllevar eso, chantajear al profesor para que me subiese la nota o simplemente lo que yo buscaba en todos los hombres. Placer y venganza.
Cogí el móvil y llamé a Danielle.
-¡Hola!
-¿Abby?-Preguntó extrañada, supongo que por la emotividad de mi voz.
-No, soy el espíritu santo.-Dije con sarcasmo.
-¿A qué viene tanta alegría?
-Dani, no se si he hecho una locura…
-Me asustas…¿qué has hecho?
-Nada…-Dije mordiéndome el labio.-Sólo le he dado mi número de móvil a Christian…
-Me he perdido.-Afirmó segura.-¿Quién es Christian?
-mmm…Christian es, el profe de lengua.-Sonreí tontamente.
-¿Qué?-Gritó tanto que tuve que apartarme el móvil de la oreja.-¿Te has vuelto loca?¡¡Abby que es tu profesor de lengua!!
-Mañana te cuento. Adiós, te quiero.

Colgué a Danielle, estaba loca como decía ella, no sabía qué hacer, no sabía si había hecho mal en darle el número. Danielle era como mi conciencia, pero casi nunca surtía efecto en mí. Me puse el casco y me subí a la moto. Arranqué la moto y empecé a conducir por la carretera que me llevaría a mi casa. El viento me agitaba el pelo, encima de la moto me sentía cómoda, era una sensación de libertad. Podía pensar a mis cosas, pero debía estar atenta a la carretera.
Cuando llegué a mi casa, dejé la mochila al lado de la puerta y la chaqueta tirada al lado del sofá negro de cuero. Como siempre, mi madre no estaba en casa, seguiría en el bufete, me dirigí a mi cuarto y cambié los jeans por unos pantalones de chándal, “cagados”. Eran bastante cómodos, me recogí los rizos en una coleta alta, y fui a la nevera. Tenía hambre, así que me hice unas patatas fritas con bacon frito, un poco de queso derretido por encima y una salsa agria por encima de todo. Sí, tenía muchas calorías pero era lo que me apetecía. Cogí un vaso de agua y me fui a mi cuarto, encendí mi ordenador y me conecté a facebook.
Se abrió una ventana del chat, pinché unas patatas y me las llevé a la boca. Grité y empecé a soplar desde adentro, estaban demasiado calientes. Cuando se me pasó vi que era Danielle.

-Abby, explícame que es eso del profe de lengua.
-A ver, no es para tanto, sólo le he dado mi número de móvil, en una hoja de papel que me dejé por “accidente”-Escribí poniendo un poco de sarcasmo en mi mente.
-¿Pero lo ha cogido o algo?

-Claro tía, que lo he visto, si no, no te lo diría.
-Tú verás lo que haces Abby.

Me desconecté, quería pensar en lo que había hecho, seguí comiendo las patatas mojándolas en la salsa. Miré el móvil y no me llegaba nada, ni un toque ni un sms, nada. Estaba como loca por que llegase pero…nada. Llevé el plato de patatas al lavaplatos cuando me lo terminé. Me quité la camiseta verde y me puse una negra de tirantes para dormir. Abrí la cama y me metí dentro, las sábanas y el edredón estaban frías. Al cabo de unos segundos me empecé a calentar  por el edredón.
De repente sonó mi móvil, y emocionada lo cogí, vi que era un mensaje.
Era de un número desconocido, sonreí, decidí abrir el mensaje: Espero que sepas quién soy, sólo quería decirte que con esos ojos verdes que tienes me vas a tener bueno todo el curso.
Era él, no sabía que iba a hacer, él era mi profesor de lengua, pero ya lo había hecho, no podía dar marcha atrás, a mi me gustaba y parece que yo a él también, no veía nada de malo en eso y dentro de tres meses cumpliría dieciocho años. No sabía que responderle, no le dije nada. Tendría que esperar a mañana.

jueves, 3 de marzo de 2011

Capitulo 4

Me senté al lado de su mesa, saqué una hoja y un bolígrafo. Él se sentó en la mesa del profesor. Jugueteé con el bolígrafo entre mis dedos. Miré al frente y vi lo que quería ver, una mirada rápida a su paquete. Me eché el pelo hacia un lado y así se asomaba el escote, sabía que desde la postura en la que estaba él sentado, se vería todo. Levanté la mirada y volví a quedarme embobada, esos matices azules eran como un lago en mitad de un prado verde.

-¿Vas a hacer algo esta hora Abby?- Me dijo con un tono serio.
-¿Qué tengo que hacer?- Le contesté.- ¿Puedo hacerle una pregunta señor Lodge?
-Dime.-Respondió con una mirada llena de curiosidad.
-¿Por qué ahora me tutea y en clase no?
-Pensé que te gustaba así en vez de tratarte de usted.-Me respondió con media sonrisa.
-Sí, la verdad es que sí, gracias.-Le sonreí.
-Tú también puedes tutearme, me llamo Christian.

Sonreí, sabía que esto podía ir bien, pero tenía que buscar algún tema de conversación.

-Profe, ¿por qué me has castigado? Tampoco he hecho nada malo.
-Deberías haberme dado el papel Abby, de todas formas es el primer día, si no lo hubiese hecho, no me hubiese labrado una imagen dura. Si no lo hacía me tomarían por el pito del sereno.
-Así que podría decirse  que me ha tocado a mí pagar el pato. No lo veo nada justo.-Dije con la voz un poco molesta.
-Tampoco te lo estás pasando mal, ¿no?
-Pero tampoco me lo estoy pasando tan bien como podría.

Di en el blanco, era la primera insinuación verbal, sabía que estaría pensando en ese momento y con eso bastaba por ese día pero yo no me iba a quedar con lo mínimo, aparte, conseguiría que esta noche pensase en mí, con suerte.
Miré el reloj y ya eran las cinco menos cinco.

-Bueno profe, encantada. Por cierto, no tienes imagen de tipo duro, no te pega para nada.-Le sonreí.
-¿Y tú cómo sabes eso?-Me miró con una media sonrisa en su boca, la misma sonrisa que me volvía loca.
-Intuición femenina.

Recogí la mochila y dejé el papel con mi número de móvil. Tocó el timbre y salí por la puerta, vi que él cogió el papel y sonrió cuando vio el número, lo guardó en su mochila. Lo conseguí sabía que esta noche definitivamente pensaría en mi.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Capitulo 3

Me volví a mi sitio, mi respiración y el ritmo de mi corazón estaba demasiado acelerado. Cogí la mano de Danielle y se la apreté. Sacó una hoja de su archivador y empezó a escribirme: “¿Qué te pasa Abby?” “Joder tía, ¿estás ciega? Este va a ser nuestro profe de lengua TODO el curso” “Puf la verdad, es que no está nada mal el profeY yo me he chocado con el deberías ver lo duro que está, tiene un pecho…”
De repente, me llamó la atención que algo se movía hacia aquí, levanté la mirada y era él, se dirigía a nuestra mesa con el entrecejo un poco fruncido.

-Señoritas, ¿me hacen el favor de darme ese papel?

Se me hizo un nudo en la garganta, me costaba tragar saliva, y poder hablar. Me quedé anonadada con sus ojos verdes y azules, realmente eran hipnotizadores. Cogí el papel y lo hice una bola de papel con una mano sin darme cuenta, a causa, de los nervios.

-¿Como se llama?
-Abby McClay.
-Señorita McClay, ¿Le importaría darme el papel que tiene en la mano?

No sabía si me estaba hablando, yo sólo le miraba a los ojos. Sentí un codazo en las costillas.

-¡Ay!- Miré a Danielle enfadada.- Esto, señor Lodge, lo siento pero es una tontería.
- Si es una tontería, no creo que le importe dármelo.

Cogí el papel y lo rompí, no podía permitir que viese lo que habíamos puesto en la hoja, así no se empezaba el curso con un nuevo profesor, aunque estuviésemos en el segundo trimestre.

-Me temo que va a tener un castigo por eso, señorita McClay.
-Vale, pero por favor no me llame así, prefiero Abby.
-A las cuatro en el aula de castigos, señorita McClay.
Estaba castigada, genial. Nunca había estado castigada, siempre me portaba lo mejor posible en clase, puede que hubiese algunas reprimendas por hablar pero nunca al aula de castigo. Siempre hay una primera vez para todo, ¿no? Seguro que me tocaría estar con algún profesor viejo y harto de estar en el instituto y lo pagaría conmigo.
Eran las cuatro, me dirigí al aula de castigo, me fijé en que había un horario, le tocaba al señor Lodge, ahora sabía lo que iba a ser una hora eterna. La verdad es que no comprendía el castigo. Sólo había roto una hoja de papel.  Como la clase estaba sola, dejé mis cosas en la mesa más cercana a la del profesor, y me fui al baño. Tenía que refrescarme después del calor que me había entrado al saber que estaba de guardia el señor Lodge. Entré y los grifos estaban más bajos de lo normal, supuse que sería un baño para niños más pequeños, me agaché para beber agua. Oí una tos, que quería llamar mi atención. Giré la cabeza y cerré el grifo del agua. Me encontré con unos pectorales que se marcaban peligrosamente a ese jersey azul que conseguía volverme loca. Estaba segura de que las hormonas andantes como yo, estarían como locas con su nuevo profesor de lengua y literatura.

-Abby, entra en clase, por favor.-Me dijo con una media sonrisa, una mirada obviamente posada en mi trasero.
-Si señor Lodge.-Me gustaba la forma en la que me miraba asique subí lentamente y pasé por delante de él.