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lunes, 14 de marzo de 2011

Capitulo 7


 Estaba sonriéndome, le veía como lo hacía. Había muchísimo sol y con esa camiseta blanca, sólo podía fijarme en él. Me quité la sudadera para ver si causaba el mismo efecto en él. El sol me daba en la espalda y estaba muriéndome de calor, decidí recogerme el pelo en una coleta alta y abanicarme con una hoja de papel. Me pasé toda la hora mirándole a él, a sus ojos y a sus abdominales. Él quería mirarme pero tenía que cortarse, una mirada fugitiva, estaba bien pero no gozaba de la misma suerte que yo. Cuando tocó el timbre me quedé hasta que todo el mundo se fue y salí como me desperté arrastrando los pies y me di con una mesa en la cadera.

-¡Ay!-Grité un poco.
-¿Estás bien Abby?-Preguntó con signos de preocupación en su voz.
-Sí, no te preocupes, no es nada, sólo un golpe tonto mañanero.-Le sonreí

Me devolvió la sonrisa, me encandilaba con ella. Era de las sonrisas más bonitas que había visto nunca. Sus dientes estaban colocados a la perfección.

-Tienes una sonrisa perfecta.-Le dije sonriéndole.
-Yo ya te dije, que no podía dejar de pensar en esos ojazos que tienes. Que por cierto no me contestaste al sms.-Me dijo mirándome.
-Si bueno…es que la verdad no sabía que ponerte.
-Pues muchísimo.-Me dijo sonriéndome haciendo que las rodillas me temblasen.
-Muchísimo, ¿qué?-Pregunté, no sabía a lo que se refería.
-Pues eso, que me pones muchísimo.

Sonreí, no podía creer lo que me acababa de decir mi profesor de lengua, el caso era que me gustaba y yo no iba a ser quien parase esto.

-Bueno Christian, me tengo que ir, no querrás quitarme horas de otras clases, ¿no?

Me acerqué a él. Sólo nos separaban un par de centímetros respecto nuestros labios, aspiré su aliento y me fui. Salí por la puerta y me mordí el labio sonriendo. Después de lo que me había dicho ya podía oler un sobresaliente. Dios, como me ponía ese hombre, no sabía que perfume utilizaba, pero esa fragancia me volvía loca.
Las demás clases pasaron lentas, cada segundo era una eternidad y yo lo único que hacía era buscarle por los pasillos con la mirada. Al final del día no le encontré por ningún lado.
Danielle se había ido con Lucas, así que me subí en la moto y arranqué.
Iba conduciendo y en un cruce todo se volvió negro, sólo recordaba una sombra que se dirigió hacia mí.
Seguía pensando pero no podía mover ninguna parte de mi cuerpo, no sabía qué me estaba pasando. Oía algunas voces, pero parecía como si hubiesen pasado días desde que todo se volvió oscuro. Noté una mano encima de la mía. Quería abrir los ojos pero los párpados me pesaban demasiado. A veces escuchaba voces. Eran muy lejanas y apenas podía distinguirlas.
Escuchaba llorar a mi madre, y yo sufría angustia porque no sabía el por qué de los llantos. Sentía como Danielle, me agarraba la mano y pedía que volviese. El problema era que no sabía dónde estaba para poder volver.
Tenía tantas ganas de decirlas que no se preocupasen, que estaba bien. Debía salir de donde estuviese, no aguantaba más fuese lo que fuese y necesitaba moverme. Pero me sentía agotada, todo el cuerpo me pesaba y no conseguía hacer nada.
De repente, en uno de mis intentos de volver, escuché un tono de voz que me resultaba realmente familiar. La curiosidad me estaba matando y no podía más necesitaba saber de quién era esa voz tan familiar.
Noté como unos labios se posaban en los míos delicadamente y luego en mi frente. Abrí los ojos que tan acostumbrados estaban a la oscuridad absoluta y ahora eran deslumbrados por la luz de unos fluorescentes. Vi como unos ojos grises me miraban con incredulidad. Abajo había una sonrisa perfecta cargada de felicidad. En cuanto vi la cara de aquella persona sabía quién era. Lo que era más importante.
-¿Qué haces tú aquí?- Pregunté nerviosa

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